El nombre de su libro, «El coaching de peluche rosa», es, cuando menos, llamativo. ¿A qué se debe?
(Risas) Sí, siempre me dicen que es un nombre raro. Hace alusión al niño que llevamos dentro y al que, de algún modo, maltratamos. Me pregunto, ¿qué diría el niño que fuimos del adulto que somos ahora? Y para ser realistas, la mayoría no ha cumplido sus sueños.
En su obra expone seis casos diferentes. ¿Hay una clave común para alcanzar ese éxito?
Cada uno llega a la felicidad de forma diferente, pero aquí hay que destacar que felicidad y éxito no son lo mismo. No son sinónimos. Por eso, no hay patrones para alcanzarla. Hay que descubrir las claves que nos permitan adaptarla a cada persona.
Tendemos a pensar que una persona de éxito es aquella que ha logrado un buen puesto de trabajo, tiene una buena casa, lujos,...
Nos enseñan que el éxito es conseguir cosas materiales, pero mucha de esa gente que consideramos exitosa no son felices. El éxito depende de lo que te hayas dejado imponer.
¿El líder es innato o necesita un empujón de los expertos?
Como se suele decir, el líder nace y se hace. Deben marcarse una misión, objetivo y tener una visión y saber transmitirlo, sin esfuerzos y sin parecer autoritarios.
Es experto en liderazgo político, y le vemos habitualmente en televisión hablando de ello. ¿Qué opina de la clase política española?
No estamos rodeados de una clase política talentosa. Cada uno de los líderes actuales falla en algo. De todos, podría destacar, quizás, a Pablo Iglesias. Enseña con teatralidad; y la política, en cierto modo, es teatro y actuación.
Hábleme de lo bueno y lo malo de cada uno de los líderes políticos.
De Pablo Iglesias alabaría que sí tiene cierto talento político, pero llega a confundir con sus líneas rojas y ello escenifica el concepto de «casta» que tanto ha criticado. Mariano Rajoy, en su pereza emocional, tiene las ideas muy claras y es bueno en las distancias cortas, a pesar de que creo que está mal asesorado. Pedro Sánchez tiene mucho carisma, tiene los ingredientes de líder, pero se le nota demasiado que está actuando. Además tiene una buena cualidad, la resilencia. Y, finalmente, Albert Rivera tiene dotes de liderazgo. Fue muy fuerte en precampaña, pero ya en campaña se le vio cansado y menos seguro.
¿Qué es lo primero que dice a alguien que busca su ayuda?
Que sea objetivo. Uno de los grandes problemas de los líderes políticos es que están rodeados de asesores que no les dicen la verdad y que se adaptan al cliente. En mi despacho no encuentran eso.
Desde su experiencia. ¿Dónde hay más madera de liderazgo: en la izquierda o en la derecha?
Posiblemente en la izquierda, pero se encuentran con el obstáculo de que son muy individualistas. Unir a toda la izquierda es difícil. En eso, la derecha es más lista. Tienen a su «enemigo» identificado.
¿Quién es para usted el líder perfecto?
Sería más bien un puzzle, pero me fijaría en Bill Clinton. Ha vivido su vida a pesar de sus deslices personales. Me encanta también Churchill. Y de los españoles, me quedo con Felipe González.
Dígame que el éxito integral es imposible.
(Risas) ¡Nadie puede tener éxito en todo! Lo realmente difícil es saber lo que uno quiere. Y no toda la vida queremos lo mismo, nuestros gustos van cambiando. Además, todos debemos ser conscientes de nuestras limitaciones.
