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Crítica musical

Una guitarra de vértigo

Rafael Aguirre

palau de la música (valencia)

Int. Rafael Aguirre, guitarra clásica. Obras de Albéniz, Giuliani, Pujol, Gershwin, Meldelssohn, Gutierrez y Giménez

Triunfo abrumador el obtenido ante los socios de la SVF por el joven guitarrista Rafael Aguirre (Málaga 1964). Con un repertorio basado principalmente en transcripciones de obras para piano, Aguirre expuso su formidable habilidad técnica mostrando toda clase de recursos que le permitieron recorrer las obras con brillante resultado provocando la admiración y el aplauso del auditorio, a quien supo convencer y llevar a su terreno.

Aguirre, como algunos otros guitarristas de su generación, optó por amplificar el sonido. ¿Es necesario? En absoluto. La sala José Iturbi ha sido reconocida como una de las mejores acústicas europeas. Por su nitidez y prácticamente nula reverberación, es un auditorio alabado por los grandes directores y solistas que por ahí han pasado. Y si maestros como Segovia, Yepes o Alirio Díaz tocaron en el Carnegie Hall de Nueva York, Colón de Buenos Aires o el Conservatorio de Moscú, no hay argumento musical que justifique utilizar, aquí, micrófono y altavoz. Con ello, no fue posible apreciar la calidad real del sonido y la proyección del mismo ya que con la amplificación se pierde fidelidad y desaparece la proximidad imprescindible entre la emisión y la audición.

Sorprende que solo dos de las piezas del programa fueran originales: la Rossiniana de Giuliani y los Preludios de Pujol. Existe un ingente catálogo de obras escritas para guitarra que siempre es conveniente dar a conocer junto a las transcripciones puntuales, y no siempre apropiadas, como la de los Preludios de George Gerswin. Con el joropo Alma llanera y el intermedio de Las bodas de Luis Alonso, recibió una gran ovación.

Generoso desde la primera salida, el guitarrista malagueño ofreció cuatro bises, dedicando el primero a Rosa Gil Bosque, presente en la sala y maestra de generaciones de guitarristas valencianos. Siguió, vertiginoso, con el pasodoble de Gerardo Monreal, Campanera e, inspirado, con la Granada de Agustín Lara. Terminó levantando al público con el Capricho Árabe de Tárrega, matizado con gracia y magnetismo.

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