A pocos días de presentar su nueva colección en la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid, el diseñador valenciano Francis Montesinos abre las puertas de su estudio a Levante-EMV. El ritmo que se vive y se respira en el taller de la avenida del Marqués de Sotelo es frenético, pero distendido y familiar. Todo debe estar perfecto para el viernes, día en que Montesinos mostrará sobre la pasarela Fashion Reliquary, la propuesta del modisto para la primavera-verano de 2017.
Montesinos y su equipo trabajan en las pruebas sobre sus modelos. Rafa Sánchez y Verónica Navarro son sus manos, «la izquierda y derecha», señala el diseñador. Ambos, importantes por igual, son quienes controlan la sesión mientras Francis perfila flecos, pero sin perder detalle de la jornada.
A pesar de las décadas de experiencia, Francis sigue „dice„ poniéndose nervioso en los desfiles. Nervios que templa, en parte, a golpe de fe. «Tengo mi propio altarcito», explica. Adelanta, además, lo que se verá el viernes sobre la pasarela, que él aún llama Cibeles. «Será un homenaje a grandes de la moda española de todos los tiempos»: Manuel Piña, Jesús del Pozo, Elio Berhanyer, Manuel Pertegaz, Mariano Fortuny, y como no, el imprescindible y necesario Cristóbal Balenciaga. A cada referente, Montesinos lo lleva a su terreno, a su reinterpretación particular y tan personal. Puntos, sedas, tules, terciopelos que se tiñen de azules, verdes, rosas, blancos, negros y espectaculares granates sobre los que estampa su leitmotiv: las reliquias, entre las que destaca el Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. El Grial se acompaña de sui generis calaveras, cruces o manos de Fátima que saltan entre las prendas que conforman la nueva colección del valenciano.
La modelo valenciana Sara de Antonio, musa de Francis, se prueba ante el equipo algunos de los modelos que lucirá el viernes en el recinto ferial de Madrid. Destaca un impresionante dos piezas inspirado en el maestro Balenciaga que pasea por el largo pasillo del céntrico estudio. «Wow, es tela marinera», dice sorprendida y divertida a la vez la modelo. No es para menos. Le falta pasillo para «desfilar». Los volúmenes y la longitud de la falda son una obra de arte que encaja con el aspecto señorial del espacio, sus techos altos y suelos hidráulicos.
El centro de operaciones es un espacio no demasiado grande, pero bien aprovechado. Flanqueado por percheros con las prendas de la colección, lo preside al fondo un sencillo pero amplio espejo rodeado de bombillas. Digno del camerino de la mejor función. Un auténtico espectáculo. Tras un biombo, De Antonio cambia de modelo a una velocidad pasmosa. No hay tiempo que perder. Sobre ellos, una imponente lámpara de araña es testigo silencioso del trajín.
El trabajo de los días previos al desfile es ajustar las prendas sobre los modelos de Montesinos y que después tendrán que volver a entallarse sobre el cuerpo de quienes, finalmente, los lucirán sobre la pasarela. Cada detalle cuenta. Hay que comprar pantis de última hora, elegir cazado, repasar botones... Las hermanas Vicenta y Encarna Montagud son dos de las modistas de cuyas manos han salido los modelos de la nueva colección. Con ternura y un poco de picardía son engranaje imprescindible de la sesión de pruebas. Al igual que el resto del equipo del que se rodea Francis. También hay tiempo para que los amigos pasen por el taller a estampar un par de grandes y necesarios besos, como las hermanas Lucía y Paola Dominguín que aparecen casi por sorpresa por el estudio.
Bocetos y dibujos de la colección, los nombres de los modelos que lucirán cada diseño, collares, brazaletes en barrocos dorados y piedras coloreadas,... Son el atrezzo del estudio donde Francis ultima los detalles del altar, del relicario en el convertirá la pasarela madrileña el próximo viernes.
