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Crítica de teatro

El trasfondo

Tres hermanas se reencuentran después de mucho tiempo en el entierro de su padre. Entre ellas existen problemas originados tiempo atrás pero que aún están latentes, pues el silencio se ha impuesto en su relación. Un silencio que, por otra parte, ha marcado su infancia y sus vidas. En un lugar tan poco apropiado como el tanatorio donde velan el cadáver del padre, deciden sincerarse y sacar a la luz un secreto custodiado bajo capas de permisividad, ingenuidad, resentimiento y dolor.

Ese punto de inflexión es el que les permite afrontar una realidad a la que han dado la espalda y comenzar a desarrollar sus vidas sin llevar sobre los hombros la culpa de otros.

Ignasi Vidal, autor y director del montaje, ha planteado una aparente comedia ligera que, tras unas escenas, se convierte en un reflexivo drama en el que se plantean temas como la impunidad de algunos criminales, la comodidad del silencio, la facilidad que tiene la memoria para crear lagunas o la necesidad de buscar la felicidad.

Vidal ha articulado la obra en torno al pensamiento de tres personajes femeninos dispares entre sí pero cuyas vidas han estado marcadas por la ausencia de la figura materna y la presencia de un padre aparentemente modélico. Magda, Cata y Natalia (interpretadas por Ana Rayo, Marian Aguilera y Ana Otero) se han enfrentado a su pasado de forma distinta. En este sentido, quizás el personaje menos solvente es el de la hermana menor, demasiado infantilizado con respecto a su trayectoria vital y a su edad en la obra.

Curt Allen Wilmer se ha hecho cargo de una escenografía minimalista que recrea a la perfección la esencia aséptica e impersonal de un tanatorio.

Sin duda, lo más interesante del montaje es el trasfondo, ese que se muestra de forma sutil y que es capaz de desubicar al espectador.

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