Calatrava es optimista con el futuro que aguarda a su obra neoyorquina: «Me gusta pensar que el proyecto es un monumento a la vida», iniciaba ayer un comunicado con sus sensaciones, remitido por su estudio. El intercambiador que excava y a la vez se alza en la Zona Cero de Manhattan es, en palabras de su hacedor, «un monumento a la fe en el futuro de esta ciudad y un monumento dedicado a su gente». Además, «la parte construida en acero es única en el mundo», por lo que «llegará a ser un símbolo de progreso y renovación para los ciudadanos y visitantes de Nueva York».

Ayer abrió sus puertas al público la primera fase de ese intercambiador de transportes del World Trade Center que debe dar servicio a 100.000 viajeros que diariamente usan las líneas de cercanías. También contará con un acceso subterráneo climatizado a la nueva entrada que hace esquina con las calles Liberty y Church, a pocas manzanas de Wall Street. En las próximas semanas se tendrán que ir abriendo nuevos accesos y «a finales de primavera» está prevista la apertura total del Oculus, prevén desde el despacho del arquitecto valenciano.

El Oculus es la cúpula que corona el proyecto y que a menudo ha dado nombre al mismo, y cuya fecha de inauguración sigue sin conocerse pese a que la época prevista sea la primavera. En el trasfondo de este hito está la controversia desatada por uno de los ejecutivos de la Autoridad Portuaria de Nueva York, gestora del proyecto, que hace unos días declaraba la obra de Calatrava un «símbolo del exceso», por lo que declinaron realizar un acto oficial. Los aplazamientos y acusaciones de sobrecoste han acompañado a esta obra que ayer por fin se llenó de vida.