El penúltimo festejo de la feria de Castelló tenía como aliciente el presenciar la actuación mano a mano de dos de los toreros emergentes, que más impacto han tenido en su entrada en el nuevo escalafón. No era mala ni desdeñable la receta de enfrentarles para medir sus posibilidades y calibrar la idea de abrir una posible rivalidad entre ambos.

De cara a calibrar este reto, se eligió un encierro de Juan Pedro Domecq. Quizá ello no era lo más adecuado para poner en marcha esta competencia, y así se demostró, porque faltó toro, ante toreros con tanta actitud, disposición y entrega. Abrió plaza un zambombo jabonero, grandón y paradote, que llegó al tercio final dócil y pastueño.

El romo y más terciado segundo apenas recibió un picotazo en varas perdiendo las manos. Manejable y noble, tendió a quedarse corto, le costó embestir y su juego resultó muy soso.

Un análisis le hicieron en varas al tercero, manejable y que se desplazó aunque chochón y sin mucha entrega. Empujó con un solo pitón en el caballo el cuarto, que tendió a cortar los viajes por el pitón derecho. Le costó siempre, y se quedó corto, muy escaso de gas. Muy protestado el quinto, perdió las manos a pesar de que se le simuló la suerte de varas. Rebrincado y claudicante, no sirvió. Y el grandón sexto también tuvo muy pocas fuerzas. No se le picó y fue asimismo muy protestado.

López Simón puso de manifiesto las características de su torear. Asentamiento, firmeza de plantas, cercanía de terrenos y pisar terrenos comprometidos hasta lo inverosímil. Así lo hizo ante su noble primero, al que, eso sí, despenó de un infamante bajonazo.

El prólogo de su faena al tercero fue de rodillas en el platillo. Siempre con la muleta puesta, bajó la mano y tragó sin pestañear, ganando en todo momento el pitón contrario en una labor de limpieza y ajuste. Pero a la hora de matar, de nuevo se le fue la mano en una estocada trasera y desprendida. Y no dejó de intentarlo ante el quinto, en el que brilló por un quite por faroles de rodillas en el platillo.

Luego anduvo queriendo siempre, en medio de las palmas de tango del respetable ante la escasa entidad de su oponente. A pesar de todo, acabó por pegarse un arrimón de órdago a la grande. Y de nuevo volvió a apuntar a los bajos a la hora de matar.

El peruano Andrés Roca Rey mostró originalidad y variedad con el capote en su primero, al que comenzó la faena con estatuarios en la boca de riego. Muy afianzado, exhibió autoridad en la cara del toro, en una labor de buen concepto que no terminó de tomar vuelo, y que concluyó de una media lagartijera de efectos fulminantes.

Abrió la faena en la boca de riego con pases cambiados en el cuarto, que brindó a su compañero de cartel. Quizá pecó de atacar demasiado al toro y torearle con mucho sometimiento y mano baja, lo que contribuyó a que su antagonista se apagase.

Pero en todo momento anduvo en la cara de su oponente con autoridad, suficiencia, y también pisando terrenos de mucho compromiso.

En el epílogo del trasteo sufrió una fuerte voltereta. Mató de una estocada trasera y algo baja. Y comenzó también de rodillas y con mucho ajuste su faena al sexto, ante el que lo intentó luego en los medios pero sin que aquello remontase.