Existía curiosidad entre los aficionados por ver el juego que darían los toros de Zalduendo, después de una feria en la cual el nivel ganadero ha sido más que discreto. Los Núñez del Cuvillo apenas tuvieron fondo y ofrecieron una muy escasa entidad. Por no hablar de los seis corderitos de Juan Pedro Domecq que se merendaron el sábado dos leones como López Simón y Roca Rey.

El próximo domingo se anuncia la manifestación en favor de la fiesta de los toros en Valencia, para oponerse a los ataques que antitaurinos y políticos están haciendo contra el toreo. Pero no habrá que perder de vista los ataques que para la fiesta suponen también las actitudes de los que eligen muchas de las corridas que se lidian por esas plazas. Habrá que tenerlo en cuenta. Y, por cierto, es justo significar que las autoridades han mantenido a raya al colectivo antitaurino en Castelló, y han evitado que se produjeron incidentes. Ojalá cunda el ejemplo en otros sitios.

Ayer, el encierro de Zalduendo, sin ser para echar cohetes, mejoró lo de días anteriores. Aunque todos acusaron una evidente falta de fuerzas, resultaron manejables y sirvieron para el torero. Grandón, romo y absolutamente inválido el que abrió plaza, que parecía llevar un coma inducido. El segundo, que tampoco lucía defensas, se salió suelto y coceando del caballo, pero luego llegó al tercio final atemperado y embistiendo con cierto son desplazándose. Se salió suelto del caballo el tercero, que luego rompió a bueno y tomó los engaños con nobleza y repitiendo incansable sus embestidas. Obedeció los toques y humilló mucho. El cuarto, brutote y con el pelo de la dehesa, derribó en varas. En el último par del tercio de banderillas se rompió la pata derecha, por lo que hubo de ser estoqueado. La gente pidió su devolución, pero no era el caso. El quinto derribó al picador que hacía la puerta. Muy blando, sin embargo se desplazó con trancranco y fijeza y humillando una enormidad, aunque le faltó un tanto así de fuelle. Y el cierra plaza fue una astado que tuvo mucho cuajo y volumen. Empujó en varas metiendo los riñones y apalancado sobre los cuartos traseros, aunque luego se salió suelto. Gazapón y algo rebrincado, sin embargo tuvo la virtud de humillar y meter la cara con derechura.

El Fandi volvió dar el espectáculo que de él se espera. Prodigó largas cambiadas de rodillas, exhibió variedad con el capote y unas tremendas facultades y el habitual repertorio con las banderillas. Luego, con la muleta anduvo esforzado y tesonero ante su inválido primero, en una labor irrelevante pese a su temple y limpieza, de largo metraje y escaso mensaje, y que acabó por impacientar al respetable. Y se lució en banderillas ante el cuarto, aunque luego lo tuvo que estoquear sin poder hacerle faena. Destacó toda la tarde como director de lidia.

Alejandro Talavante se lució manejando el capote con su primero. Sobrado, suelto y muy seguro, muleteó con buen aire, exhibiendo un magnífico juego de muñecas y llevando siempre al toro embebido en los vuelos de la muleta. Y abrió su faena al quinto en el platillo. Con él firmó un trabajo en el que se vio un torero muy seguro, afianzado y con una suficiente puesta a punto. Toreó con verticalidad y muy acompasado, aunque el trasteo no cogió vuelo por la escasa emoción de su oponente. Al igual que en el segundo, mató despacio y haciendo muy bien la suerte.

El reaparecido Cayetano comenzó su faena sentado al tercero en el estribo, frente al que puso de manifiesto empaque y apostura, en una labor de pulcra caligrafía pero que no terminó de tomar vuelo. Ante el sexto, acompañó con prestancia las embestidas e hilvanó pases sueltos, en un trabajo que remató mal con las armas toricidas.