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Música crítica

No todo irreprochable

Gautier Capuçon y OV

palau de la música (valencia)

Capuçon (violonchelo) y Orquestra de València. Director: Christoph König. Obras de Dvorak y Prokofiev. 4 de marzo.

Los hermanos Renaud y Gautier Capuçon, violinista y violonchelista respectivamente, actuaron en la Iturbi hace una década, primero formando trío con el violista Gérard Caussé, luego junto a una orquesta suiza. Ahora Gautier (Chambéry, 1981) ha vuelto para ofrecer junto a la Orquestra de València, dirigida por el debutante Christoph König (Dresde, 1968), un Dvorak no totalmente irreprochable. En el Allegro inicial, la exposición orquestal vagó diríase que indecisa entre el tono épico y el tono lírico, en gran parte debido a la inexpresiva mano izquierda del director. La entrada del solista no decidió el rumbo inmediatamente, sino que hubo que esperar hasta la recuperación del tempo I en el número 4 de la partitura para que por fin inclinara la balanza del lado de un candor que en muchos puntos del resto del movimiento llevó al amaneramiento la voluntad de voluptuosidad.

En general, la versión careció de tensión constante, aunque en la sección central del movimiento lento y en un final de ritmos por otro lado demasiado marciales y en consecuencia poco bailables, fueron numerosos los pasajes en los que el recio timbre del Goffriller y la versatilidad con que sobre él manejó el arco Capuçon produjeron notable admiración siempre que se prescindiera de la meliflua intención reflejada en el diseño de los fraseos. En último término, donde más cómodo se notó a este músico fue en la propina: una imaginativa transcripción del piano al violonchelo de la Promenade con que Prokofiev (Música para niños, op. 65, nº 2) describe un desfile de soldaditos de plomo.

En los nueve números extraídos de las tres suites de Romeo y Julieta que ocuparon la segunda parte de la velada, König tampoco agotó ni mucho menos todos los colores sonoros de tan caleidoscópica música, confundió a menudo lo grande con lo grandioso y, en definitiva, ni en los números más tumultuosos ni en los más íntimos consiguió transmitir la esperada sensación de desgarradora tragedia. Dicho de otro modo, la orquesta siempre pareció capaz de dar más de lo que en esta ocasión se le exigió.

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