«Tenemos la obligación de no competir con las salas privadas y además el imperativo moral de ofrecer obras con más riesgo». Así será el nuevo año del Espai Mutant Las Naves en palabras de su programador, Guillermo Arazo, quien cumplido su primer aniversario de artes escénicas apuesta por «radicalizar la contemporaneidad» de la oferta teatral del espacio.

Eso significa ir deshaciéndose poco a poco de propuestas más clásicas que han servido para dar visibilidad a la sala pública durante sus primeros pasos, tales como La piedra oscura, «que han funcionado muy bien, con llenos en la sala», según Arazo, pero que irán cediendo frente a creaciones menos convencionales, afianzando la línea exploradora del centro.

Es el caso, por ejemplo, de Take a walk on the wild side, una obra de Emilio Rivas, que será residente en el centro durante tres días para construir una narración que los espectadores seguirán por auriculares mientras caminan por los Poblats Marítims. Junto a esta, Las Naves se volcará en producciones participativas o que exploren las nuevas vías de expresión artística como el mapping. También se ha involucrado en dos coproducciones: una de ella es Cine, realizada junto a la compañía La Tristura; y la otra es una peformance junto a la artista Cris Blanco, que «propondrá humanizar la tecnología».

De hecho, el centro incidirá en su vertiente más contemporánea también durante los próximos talleres de laboratorio escénico en verano, y ahondará en la innovación social siguiendo la línea marcada por la producción «de base» de El pont flotant. Con este nuevo aire el centro pretende coger el vuelo tras un año en el que, en cifras de los responsables, se ha conseguido un 85% de media de ocupación. El dato se ha acentuado «precisamente con las obras más arriesgadas», destaca el responsable de la programación, tales como el Ballet vs. porno.