La novillada que se lidió para la apertura ferial lució el hierro de Antonio Lopez Gibaja. Sobrados de cuajo y seriedad, constituyeron toda una corrida de toros que tuvo muchos matices en su comportamiento. Todos ellos se dejaron pegar en el caballo. El serio y bien armado que abrió plaza repitió sus embestidas, aunque un tanto a la defensiva y sin entrega. El segundo fue suelto, desentendido, áspero, protestón y rajado. Le aplaudieron de salida al serio castaño tercero, que llegó a la muleta moviéndose y desplazándose aunque siempre con querencia a los adentros. Un excelente ejemplar resultó el veleto cuarto, Quebrado de nombre. Tomó las telas transmitiendo una enormidad, con excelente tranco, repitiendo las embestidas con celo y bravura. El alto y silleto quinto, cariavacado y escurrido fue manso, huido y acobardado hasta decir basta. Y el burraco cierra plaza fue claudicante aunque se movió.

El valenciano Jesús Chover saludó con una larga su primero, al que banderilleó con voluntad. Con la muleta anduvo esforzado y tesonero, firme y digno y consiguió una buena serie con la izquierda. Manejó con desacierto las armas toricidas. Y también anduvo voluntarioso ante el excelente cuarto. El castellonense Varea puso apostura, prestancia, buen aire y gusto. Manejó el capote con cadencia y compás. Ante el desabrido segundo se mostró seguro, suficiente y solvente, en una labor en la que puso de manifiesto sitio y capacidad. Firmó algunos trincherazos que fueron auténticos carteles de toros. Y lo intentó sin opciones ante el mansísimo quinto.

Y se presentaba el francés Andy Younes. A pesar de su aspecto de pipiolo, sorprendió al enfrentarse a su serio primero con tanta compostura como oficio y buen aire, en un trabajo en el que anduvo muy centrado y sometió a su oponente, siempre con la muleta puesta. Mató de una estocada un pelín contraria y de efectos fulminantes.

Y también puso de manifiesto desparpajo ante el sexto, ante el que corrió la mano y buscó las vueltas con soltura y buen trazo.