La terna de noveles que actuó hoy en la segunda novillada del abono de Fallas puso más entrega que aciertos en sus faenas, lo que llevó a que sólo se le cortaran sendas orejas -las concedidas a Álvaro Lorenzo y Cristian Climent- a los descastados pero muy manejables utreros de El Parralejo.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis novillos de El Parralejo, de discreta presencia y poco ofensivos de cabezas. En conjunto, bajos de raza, aunque muy nobles y manejables, destacando por su mayor brío y entrega los dos últimos.

Álvaro Lorenzo: estocada desprendida (vuelta al ruedo tras petición de oreja); estocada delantera desprendida (oreja tras aviso).

Ginés Marín: pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos (vuelta al ruedo tras aviso); dos pinchazos hondos, estocada tendida y dos descabellos (vuelta al ruedo tras aviso).

Cristian Climent: pinchazo y estocada trasera desprendida (silencio tras aviso); estocada baja (oreja).

Cuarto festejo del abono de Fallas. Algo menos de un cuarto de entrada en tarde fría y ventosa.

PECADOS DE JUVENTUD

La costumbre asegura que no se le puede pedir más a quien da todo lo que tiene, pero el dicho no resulta adecuado en un mundo como el de los toros donde el conformismo y la benevolencia no son buenos consejeros para el futuro de los novilleros.

Si hay que reconocer que los tres noveles que actuaron hoy en Valencia -los dos primeros, líderes del escalafón menor- pusieron mucho de su parte para salir triunfantes de la cita, también resultó evidente que sus errores de planteamiento a la hora de estructurar las faenas hicieron que no tuviera la suficiente recompensa.

Por ejemplo, Álvaro Lorenzo, que meció a la verónica a sus dos novillos, manejando el capote con un hondo temple, no aplicó la misma suavidad con la muleta con un primer novillo muy bajo de raza, al que toreó muy asentado y firme pero al que no logró hacer embestir con fluidez por obligarle más de la cuenta.

En cambio, luego acertó a no apretar demasiado al cuarto, que tuvo una constante tendencia a salirse suelto de los muletazos, pero que volvía siempre tras sus pasos para seguir embistiendo sin poner en apuros al novillero toledano.

En este caso, Lorenzo fue confiándose cada vez más con el animal, en una labor asentada también y de creciente garra que, tras una estocada algo defectuosa, le valió la primera oreja de la tarde.

La otra se la cortó Cristian Climent al sexto, en una faena calcada a que antes le hizo al primero de su lote, salvo en la larga a portagayola con que recibió a este último.

Hubo en ambos trasteos del valenciano unos lances animosos, quites vistosos, un variado tercio de banderillas con sobrada capacidad... y un toreo de muleta también demasiado exigente para ambos utreros, tanto para su primero, que tuvo cierta clase, como para ese sexto, que tuvo mayor movilidad y fuerza.

Pero, citando siempre con la mano demasiado baja y sin darles tiempo a recuperarse entre muletazo y muletazo, Climent provocó que uno se desfondara y otro se parara a los pocos minutos de iniciar el último tercio.

Paradójicamente, el único novillero que se fue de la plaza sin trofeos fue quien hizo lo de mayor calidad que se vio en toda la tarde, el extremeño Ginés Marín, que perdió por sus fallos con la espada una casi segura salida a hombros.

Con una gran solvencia, que pide ya a voces la alternativa, y con un valor muy sereno, Marín lidió y cuajó buenos quites con el capote a ambos novillos, a los que también sacó muletazos realmente buenos.

Pero si en su primero, tan noble como bajo de raza, su suficiencia no le ayudó a llegar al tendido hasta el final del trasteo, con el quinto, que fue el más completo del encierro de El Parralejo, se echó de menos una mayor insistencia en el toreo fundamental, que es donde el extremeño da su mejor y mayor dimensión.

Porque frente a un clamoroso inicio de faena, con varios muletazos a cámara lenta con la tela por debajo de la pala del pitón, y una honda e intensa serie de naturales también hubo demasiadas e incoherentes concesiones al efectismo y a un toreo de adorno que, aunque le ayude a conectar con el tendido, acaba demeritando lo realmente importante de su prometedora tauromaquia.