Hay personas, episodios y lugares que marcan una biografía. A Carmen Romeu esto le ha pasado con Davide Livermore, con su aparición inesperada como Musetta en La bohème que él y Riccardo Chailly estrenaron en 2012 y con el Palau de les Arts. «Aquella oportunidad fue un escaparate muy bueno», dice ahora la cantante de Silla, de regreso al lugar de los hechos.

Está también el éxito con Marina en el Teatro de la Zarzuela de Madrid o lo que ha hecho en el Festival de Pesaro, «pero fue un poco el inicio: el primer rol importante en una producción con nombres importantes y de repercusión, como el de Chailly, no el mío, y en un teatro importante».

Y aquello llegó por sorpresa, fuera de agenda. Fue gracias al hoy intendente del teatro de ópera valenciano. Entonces no lo era. Aquella Bohème, repuesta al inicio de esta temporada con otros cantantes, «era su producción, la Musetta que tenían prevista se ve que no les gustaba y Davide le dijo a Helga [Schmidt] que tenía en Valencia a una soprano que podía cantar el papel. Me llamaron, hice la audición a Helga de todo el papel, le gustó y me dijo que viniera al día siguiente a ensayar. Es estar en el momento justo con la persona justa delante».

A Livermore lo había conocido unos meses antes en Pesaro, cuando hizo un papel pequeño para una producción que él dirigía, Ciro in Babilonia. A él le atribuye uno de esas primeras lecciones que marcan: «Tenía un papel secundario y él hizo que estuviera muy presente, me metía en casi todas las escenas. Me vio baja un día y me dijo que en la ópera no hay papeles grandes ni pequeños, sino cantantes pequeñas y grandes. Me lo grabé a fuego».

Ahora, unos años después, acaba de cantar el papel de Desdemona en Otello „también de Rossini„ en la Ópera de Viena y viene de triunfar poco antes en Gante (Bélgica) con Armida, otro título del mismo autor.

Heredera de Colbran

La crítica ha dicho que es capaz de codearse con nombres importantes de la ópera como Alberto Zedda o Gregory Kunde de tú a tú (por Otello) y que es una magífica defensora de los personajes que interpretó Isabella Colbran „uno de los mitos de la ópera„ en su el siglo XIX (por Armida).

Ella no cree que exista un fenómeno Romeu (ríe a carcajadas al mencionarlo) y se muestra cautelosa con eso de que la sitúen entre las mejores voces españolas del momento. Lo han de decir otros, afirma. «Yo solo puedo decir que intento trabajar muchísimo para poder llegar al nivel de expresión que me gustaría poder dar».

En la cita reciente en Viena, lo inesperado tuvo de nuevo un papel clave. Había cantado Otello antes en Gante, al lado de Gregory Kunde, y ahora enfermó Nino Machaidze y la llamaron de un día para otro. Cantó sin dormir. «Me llamaron el lunes a las 7 de la tarde y al día siguiente era la función», cuenta. Y no es salir corriendo de Valencia a Austria. «La adrenalina está por encima de todo cuando tienes energía para decir que estás aquí y lo has de hacer bien».

Lo inesperado realmente de ese episodio, asegura ella, fue «el descubrimiento de hasta donde puede llegar tu cuerpo, que es nuestro instrumento, y no las cuerdas vocales... Cuando estás cansado y pasas por encima de eso».

«Idomeneo», entre ensayos

Mientras habla con el reloj cerca, espera un nuevo ensayo de Idomeneo, el próximo estreno en Les Arts. Para bastantes, esta nueva producción con dirección del propio intendente Livermore con Kunde y Romeu en los papeles principales es el gran atractivo de la temporada.

«No sé si es el rol más difícil, porque los papeles Colbran de Rossini que me atrevo a cantar son una locura de dificultad. Pero Electra para mí es un sueño, llevo muchos años soñando con ella pero sin ser capaz de hacerla, porque no era el momento». Ahora, sí. «Se dice que soy joven, pero la voz es la que es y a veces no va conjunta con la edad», asegura firme en su decisión de no sobrepasar ciertos límites a sus 31 años: «No me atrevo con otros puccinis al margen de Musetta o verdis tardíos».

Sus dos personajes fetiche de Mozart son Electra y Vitellia (La clemenza di Tito) y «uno espera el momento de poder debutar los personajes que le gustan y se adaptan a su vocalidad». Así que vive ahora la experiencia de Idomeneo como un salto en «exigencia, pasión y gusto».

No se olvida de Alberto Zedda, el maestro con el que estudió y que ha sabido exprimirla „el verbo es suyo„ en Otello o Armida. «Sentirme dueña de cómo interpretar una partitura lo he aprendido poco a poco con Alberto», dice.

Ha sabido entender también con él la música de Rossini de otro modo, «inteligente y profunda». Pero no nos desviemos. Ahora llaman a la puerta del camerino para Idomeneo. Juega en casa. Es el momento de Carmen Romeu.