«En algún momento hay que decidirse y dedicarle mucho tiempo a la música, que es celosa y caprichosa», se lanza Rodrigo Mercado. Que no se enteren las musas, pues, porque descuelga el teléfono justo cuando acaba de terminar su jornada como jardinero en una urbanización de Madrid. Esa es la rutina que mantiene cada día, de lunes a viernes, y que comienza sobre las seis y media de la mañana.

Por las tardes y los fines de semana se dedica al rock'n'roll, oficio que le inoculó su padre en las venas. Su padre es Rosendo, sí, aunque es probable que no les suene haberles visto demasiadas veces juntos sobre las tablas. Una decisión conjunta para que no les den «demasiado la lata». «Soy consciente de que la figura de mi padre es muy grande y en la comparación siempre salgo perdiendo, a no ser que yo acabe siendo más grande, que ya no lo creo. Así que con seguir haciendo canciones me conformo», cuenta el músico, y al menos parece que la faena da de sí: acaba de lanzar su segundo trabajo en solitario, El fondo de la chistera, y cuenta con una gira con pequeñas salas en lo que siente como «una reafirmación» de su oficio. Hoy estará en la sala Matisse (22:30).

«Son temas que escribí ya hace un par de años. Quería un giro hacia el funk y al soul pero solo ha quedado en algunos temas, el resto es bastante fusión», desgrana sobre su nueva lista de canciones, estilos que le alejan del camino de quien dictó las maneras de vivir de Leño. Eso sí, Mercado (hijo) reconoce que el disco ha quedado plagado de «medios tiempos» y que ya piensa «en temas con un poco más de marchita para un directo mas enérgico». Aún así, que quede claro, su camino, una vez se separó de su anterior banda, es en solitario, sin mano paterna que tire de él: «Hay que pelear contra las expectativas y contra la gente que quiere machacar, que aprovecha para atizarnos a los dos», apunta sobre los derroteros de su carrera.

Esa decisión le obliga en parte a mantener su otro trabajo, el de jardinero de día. La doble vida pasa factura, dice, pero no es la rutina lo que suele echar de menos.

«Después de una semana levantándote a las seis y veinte de la mañana te pegas cinco horas en furgoneta, pero lo que toca los cojones de verdad es llegar el domingo a casa pensando que te tienes que volver a levantar de madrugada». Mientras lucha por un momento de eclosión, «ese que nunca esperas», sigue pensando en canciones durante sus mañanas de jardín. Y advierte de que el tercer disco será el más importante para medir su futuro.