España se subió a la carrera a uno de los últimos vagones del tren de Europa y después de tres décadas están a punto de descubrir que es un polizonte. Entre medias ha habido una época, eso sí, en la que el país albergó esperanzas de pasar desapercibido en su entorno. Esta es una síntesis despiadada del trabajo que ayer se dio a conocer en La Nau, con la presencia el President de la Generalitat, Ximo Puig, y el rector de la Universitat de València, Esteban Morcillo.

Se trata de Treinta años de políticas culturales en España. Participación cultural, gobernanza territorial e industrias culturales, una radiografía de las décadas en democracia, en la que el profesor de la UV Joaquim Rius-Ulldemolins coordina a un grupo de 19 especialistas en diferentes ramas (sociología, museología, gestión cultural...) para un análisis «multidimensional» de la cuestión.

Y lo que se extrae del trabajo es un paisaje dual: el de los propósitos plasmados en políticas durante los noventa para «llegar a ser como los europeos» y que fue degenerando en megalomanía endémica; y el que se presenta ahora, tras recortes que han llegado a suponer el 50% del presupuesto en materia de cultura. «Hubo un tiempo de mucha innovación en ciudades como Bilbao, Barcelona o Valencia. Los municipios iban por delante del Estado», reflexiona Rius-Ulldemolins, que apunta al nacimiento de festivales de todo tipo «que dinamizaban» estas urbes. También utiliza un ejemplo resbaladizo, el de la Ciutat de les Arts i les Ciències: «Una cosa es la idea y otra cómo se gestione».

Y aquí llega la segunda parte, el de la inclinación hacia el derroche. «Hay un término, el de los elefantes blancos culturales, que sirve para ilustrar esos planes que parecían buena idea pero se tornaron en proyectos carísimos y de nula rentabilidad social», desarrolla el corresponsable del estudio. Los ayuntamientos, más activos culturalmente que el gobierno central, acabaron siendo «prisioneros de intereses espúreos» como los inmobiliarios, y a la postre se convirtieron en un «fondo de excesos y malgasto».

«Se trató de empezar por el techo», abunda el profesor, que cita el caso de la Ciudad de la Luz: «En lugar de apostar por políticas junto al sector privado del cine, se prefirió crear ese parque» que hoy se subasta. El profesor lamenta que «en todo este proceso, al final, no se ha tenido en cuenta al sector local» y se apoya en otro ensayo, La cultura de la trinchera, de Gil Manuel „quien participa en este último estudio„ para señalar que a la mala gestión se ha sumado la política de «premiar a los leales y marginar al resto».