No hay ni un centímetro de respiro en las paredes del bajo de la calle Císcar número 4. Los cuadros que no tienen sitio arriba se sitúan a ras de suelo, formando hileras. Los 75 metros cuadrados de la sala no dan para hacer filigranas con las más de cuatrocientas piezas con las que cuenta la galería. «Es que son cuarenta años», recuerda Majo Segrelles, hija del fundador de la galería, José Segrelles, a su vez sobrino del pintor de Albaida.

Ella y su hermana Maripaz, ambas al frente de la sala desde que murió su padre en 2013, han sacado todos los fondos a la vista por una razón: se marchan. Sería más preciso decir que cierran porque no tienen previsto mudarse a otro local, aunque ellas deslizan que podría no ser un adiós definitivo, que «el apellido Segrelles seguirá vinculado al arte y en un futuro quién sabe». Pero de momento no hay plan B después del 30 de junio, cuando la galería fundada en diciembre de 1974 „cinco años después de la muerte del artista„ baje la persiana. Para las piezas que queden sin dueño mantendrán el sitio web, por eso dicen que «solo pierden la sede física» y que «quizás las condiciones para la cultura cambien...».

El motivo del cierre tiene poco de literario: la antigua propietaria murió hace más de un año y ahora la finca entera ha sido vendida a un único dueño, que aceptó quedársela si no tenía ninguna carga. Así que todos los inquilinos tienen que marcharse. Este, además, era uno de los locales que quedaban con la renta antigua, condición que han mantenido hasta el final. «Nunca habíamos pensado cerrar», asegura Majo Segrelles, «pero tampoco nos veíamos buscando otro espacio», confiesa una mujer que ha crecido prácticamente al ritmo de la galería, la cual siempre ha permanecido en ese rincón de L´eixample. Los últimos años, asegura, «han sido muy complicados», argumento que lastra las intenciones de buscar otro espacio.

Así que las dos hermanas han vaciado el almacén y extraído toda la artillería pictórica, para que los paseantes se pierdan entre las piezas de González Alacreu, Conrado Meseguer o alguna pieza del tíoabuelo José Segrelles. Esperan venderlo todo antes de marcharse, lo que acentúa la sensación de punto y final para una de las galerías «supervivientes» de arte figurativo en la ciudad. Majo Segrelles reconoce con humor que siempre se les ha considerado «la galería costumbrista», a veces incluso con cierto tono despectivo, aunque ella contraataca diciendo que la etiqueta les viene pequeña, que son más que una sala dedicada al costumbrismo.

En cualquier caso, Segrelles desaparecerá del mapa de salas expositivas de Valencia, sumándose a la lista de lugares que han perdido el sitio en la urbe durante la última década. Estil, Valle Ortí, Tomás March o La Nave forman parte de la ristra de rótulos fuera de mapa a la que se une Segrelles. «Hemos bajado los precios de las obras», dice la directora de la galería, aunque insiste en que no tiene por qué ser un adiós definitivo.