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Crítica Ópera

2016, Idomeneo en el espacio

2016, Idomeneo en el espacio

La nueva producción de Les Arts omite muy poco de todo lo escrito por Mozart para el Idomeneo de Múnich (1781) y para el de Viena (1784). Mejora además el libreto al situar un único descanso mediado el segundo de los tres actos y repartir muy inteligentemente los cinco números del ballet en origen previsto como final.

La traslación del argumento desde la Creta de la posguerra troyana hasta la odisea espacial de Kubrick resulta muy brillante porque por momentos recuerda también al mejor Sellars (en concreto, al de la Teodora de Haendel) y porque se lleva a cabo con una combinación de virtualidad y realidad que lo es. Un suelo cubierto por un palmo de agua (en Livermore casi una constante) presta particular realce a las preciosas coreografías ideadas por Leonardo Santos, donde más tal vez a propósito de la Passacaille de Mr Antoine.

Todos los solistas sin excepción desempeñan sus papeles con derroche de oportunos matices. En el del título, Greogry Kunde compone un rey lleno de humanidad, que evoluciona de dictador implacable a anciano vencido por el remordimiento en una voz que gusta más cuando se parece que cuando imita a Pavarotti. Monica Bacelli y Linda Mendes revisten a sus personajes de la inocencia de la juventud, heroica en el caso de Idamante, muy madura (más Pamina que Barbarina) en el de Ilia. Elettra se beneficia del formidable despliegue de recursos y sensibilidad de que hace gala Carmen Romeu para presagiar en una tesitura más baja la maldad de la Reina de la Noche.

Unos comprimarios a la altura de las circunstancias, un coro en plena forma, una orquesta de extraordinaria ductilidad y un Fabio Biondi siempre preciso pero aún más inspirado en los recitativos que en las arias y concertantes completan los atractivos de este espectáculo verdaderamente total.

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