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Música crítica

Presencias y carencias

Palau de la Música

sala iturbi (valencia)

Intérp.Vladimir Ovchinnikov, piano. Obras de Beethoven, Liszt y Mussorgsky.

Curiosa actuación la del pianista ruso Vladimir Ovchinnikov (Belebei, 1958), interprete de grandes premios y recorrido internacional pero que, a pesar de los grandes aplausos recibidos en la SFV, no llegó a imponerse como artista.

Ovchinnikov destaco más por las carencias que por las presencias. De ahí que su actuación no acabara de prender con el fuego que se suponía. En su Beethoven no escuchamos el sonido prolijo y fraguado que hemos percibido tantas veces en el magnífico Steinway de la Filarmónica. Tampoco consideró los silencios (tan imperiosos en el texto musical) como elemento integrador del desarrollo, especialmente en el Allegro inicial. Se echó de menos en el Adagio un climax con emoción y en los movimientos siguientes la dispersión evitó una versión para el recuerdo.

Liszt fue, posiblemente, el único gran virtuoso romántico que visitó Valencia (3 recitales en el Teatro Principal en marzo de 1845). Su música pone a prueba las habilidades técnicas de cualquier intérprete al teclado. Con La leggerezza y el Sospiro el pianista ruso se involucró mas como artista para después, con la conocida Polonesa en Mi mayor, volcarse en un peligroso malabarismo técnico al que tan proclives son muchos de sus colegas para el que es necesario una articulación depurada y superior juego de pedales.

Como final de programa, Ovchinnikov tocó „mas contra que para el piano„ uno de los hits del repertorio ruso: los Cuadros de una exposición, un colosal mosaico de piezas cortas inspirada en varias de las pinturas de su amigo fallecido Viktor Hartmann. Muy desigual en su concepto, no fue la mejor versión que se ha escuchado en la SFV. Su sonido resultó brusco y con falta de squillo. Su fuerza procede del antebrazo en lugar del hombro y la espalda y de ahí la dureza sonora.

Gran parte del público aplaudió con entrega y el pianista no se hizo de rogar para volver a sentarse y ofrecer „nada menos„ cuatro propinas de Rachmaninoff y Prokofiev que, sin duda resultaron, por lo poco habituales, lo más interesante de su presentación.

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