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Crítica de danza

¡Qué noche la de aquel quijote!

El público que acudió la noche del estreno al Palau de les Arts se rindió sin condiciones a la bella y sobria versión de El Quijote de la Compañía Nacional de Danza. Y lo paradójico del asunto es que este ballet, basado en el episodio Las bodas de Camacho, de la novela de Cervantes, se volvía a bailar en puntas. Y más que paradójico, lo curioso de la apuesta de José Carlos Martínez ha sido asentar, dentro de esta composición de Ludwig Minkus (según las necesidades del coreógrafo Petipa), pasos españoles en ciertos momentos. Y lo hace de manera coherente, inteligente, e, incluso, nos recuerda la influencia que recogió Petipa de dicho estilo a raíz de sus estancias en nuestro país. No obstante, lo importante es que Martínez, en su trabajo coreográfico, ha logrado que, sin perder el tono tradicional, adquiera matices contemporáneos. Le ha quitado polvo, le ha proporcionado vitalidad y amenidad sin perder la mirada clásica, sin perder excelencia. A ello se une la elegancia del planteamiento estético, como la persecución del Molino por parte de Quijote (un personaje romántico en contraposición a la comicidad de Sancho), o el segundo acto rodeado de estrellas y tutús radiantes. Pero lo nuclear, es decir, el movimiento de gran ballet está presente en todo momento. Los momentos corales están muy bien definidos, pero, como es normal, la mayor mirada va hacia los primeros y primeras bailarines. Yae Gee Park está estupenda: armoniosa y cautivadora; perfecta técnica y desparpajo. Su partenaire, Alessandro Riga, sin contar algún final resbaladizo, estuvo muy meritorio en toda su actuación. Pero el chapeau no va sólo para la magnificencia de la pareja protagonista (el último pas de deux fue radioactivo), sino también los aplausos más sonoros fueron para Esteban Berlanga (Espada) y Anthony Pina (jefe de los gitanos). Larguísimos aplausos de un público al que se notó que tenía ganas de clásico. Tal vez con este espectáculo, en el que se incluye la Orquesta de la C. Valenciana, algo se haya saciado. Al menos una noche. ¡Qué noche la de aquel Quijote!

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