Una de las principales pruebas a que deben enfrentarse los matadores nuevos si quieren alcanzar el título de figuras consiste en redoblar su apuesta cada tarde que se visten de luces. La exigencia aumenta en aquellos escenarios donde la responsabilidad pesa como una losa, hasta resultar -en algunos casos- insoportable. La Feria de San Isidro nos está ofreciendo buenos ejemplos. Roca Rey sigue su particular escalada libre hasta la cima y no hay obstáculo que, de momento, se lo impida. El tremendo golpe de autoridad con que se presentó en Madrid el día de su confirmación de alternativa corrobora lo apuntado por el limeño esta temporada en otras citas de compromiso. Román el pasado jueves y José Garrido, el viernes, demostraron también cuál debe ser la disposición con que se ha de llegar a la villa y corte. Pero quien de verdad ha puesto el pescado caro esta feria es Alejandro Talavante. El extremeño ha alcanzado cotas artísticas que serán difíciles de igualar. Esa faena al toro jabonero de Núñez del Cuvillo de increíble autoridad y categoría, ligadas con otras dos de sobresaliente ejecución a dos fuenteymbros de estilo diverso, permanecerá en el recuerdo del aficionado cuando se arrastre al último toro de la feria. Otro que mantiene intacta la llama de la pureza es Paco Ureña, paladín del discurso más sincero y su ejecución purista que, pese a la cornada recibida en Vic-Fezensac, estará hoy de nuevo en Madrid para enfrentarse a los toros de Las Ramblas.

En apenas dos días, tres novilleros que han concitado el interés de la afición durante la pasada temporada han tomado la alternativa como matadores de toros: Ginés Marín, Álvaro Lorenzo y Varea están llamados a confirmar en el futuro las magníficas sensaciones que han dejado como miembros destacados del escalafón inferior.

La noticia trágica de la temporada se producía el pasado 17 de mayo en la plaza peruana de Malco. El novillero Renatto Motta moría desangrado por falta de atención médica. Una triste realidad que nos recuerda a lo sucedido en España con Paquirri en Pozoblanco y que esperemos sirva, como en el caso del torero gaditano, de escarmiento para que siempre haya un servicio médico suficiente para poder salvarle la vida a quienes se ponen delante del toro. Descanse en paz.