¿Usted qué se considera?

Cuando me preguntan qué soy siempre digo escritor... y a veces traductor. También reflexiono sobre la traducción, lo que se llama traductología. Hay muchos que han pensado sobre esto, como el mismo Walter Benjamin. Yo, por ejemplo, pongo en duda a quienes afirman que lo correcto es traducir como si el texto original hubiese sido concebido en nuestra lengua, que no parezca una traducción. Yo creo que se tiene que mantener la condición de texto extranjero, porque eso ayuda a conocer la cultura de donde viene.

¿Entonces el traductor perfecto es el que deja su huella o el que la esconde?

Depende de la huella (ríe). La traducción es una relación entre dos sujetos que confrontan su manera de entender el lenguaje y la cultura. El primer sujeto tiene que enriquecer al segundo.

Dígame a quién se traduce peor en castellano.

De Georges Perec, por ejemplo, hay traducciones magníficas y otras no demasiado buenas. A Kafka también se le ha traducido bastante mal en alguna ocasiones. Es que el traductor tiene prejuicios y a veces no es consciente de ello. Yo soy poeta y me gusta traducir a poetas, lo entiendo como un gesto de solidaridad, como introducir a gente que siento cercana al público de mi propia cultura.

¿Alguna vez se pelea con el texto del escritor al que traduce?

Tengo muchas traducciones empezadas en el cajón. No me considero un traductor profesional y necesito entender al otro. Para mí traducir es eso, un arte en el que tienes que entender al otro y respetarlo.

¿Y es una tarea reconocida?

Muy poco, aunque es verdad que últimamente hay más interés. Se han ganado batallas, como que aparezca el nombre del traductor en la portada, junto al escritor. Es bueno que la gente tenga en cuenta al traductor, porque decimos que hemos leído a Joyce o a Kafka y en realidad muy pocos se han acercado al texto en alemán. A quien leemos es al traductor.

El estereotipo suele presentar a un escritor joven que espera a publicar su primera novela y mientras malvive traduciendo a otros. ¿Van por ahí los tiros?

Bueno, en general no compensa mucho la tarea del traductor. Sí hay algunos, que se dedican profesionalmente a ello, que sí que pueden vivir de las traducciones, pero en el Estado español está muy mal pagado. Y si te dedicas a la poesía o al ensayo ya ni te cuento, no compensa en absoluto. Pero hay algo satisfactorio en esto, para los que traducimos a poetas: de alguna manera los convertimos en populares en la cultura en la que los traducimos. En ocasiones es a raíz de una traducción cuando la gente los conoce en un país.