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Marat, Sade y Atalaya

Quisiera llamar la atención del espectáculo Mara/Sade que se representará (en una sesión única, el día 4 de junio) en Espai Rambleta. Dos son los motivos por los que ante este trabajo se despierta mi olfato teatral (y político). En primer lugar, al tener la oportunidad de ver una nueva versión escénica del mítico texto de Peter Weiss, todo un símbolo de la década de los 60. Un acontecimiento mundial a raíz del célebre montaje de Peter Brook, un auténtico genoma teatral de la segunda mitad del siglo XX. En España, fue Adolfo Marsillach quien ofreció un gran y polémico montaje en la España del 68. El último trabajo teatral que recuerdo, gratamente, fue el que dirigiera el desaparecido Miguel Narros en 1994.

Pero la cuestión, más allá de los datos históricos, es preguntarse sobre la actualidad de dicho texto. Y sí, creo que todavía nos dice cosas, y más en la época posmoderna en la que vivimos. Porque en la pieza de Weiss aparece un conflicto que hoy sigue latente, a veces de manera más inconsciente que latente. No obstante, la dialéctica que se produce, desde la teatralidad que se inserta al ambientar el conflicto en un manicomio, entre dos personalidades como el revolucionario Marat y el Marqués de Sade, no es otra que la revolución individual frente a la revolución social. La lucha dialéctica entre el individualismo y lo colectivo, entre la violencia y la sumisión.

Teatralidad y locura ?los dos temas más poderosos del teatro contemporáneo? están brillantemente fundidos en esta obra. O dicho de otro modo, en esta pieza se muestran dos visiones cuerdas, dentro de una casa de locos, que la modernidad más incipiente ha condenado a convivir.

De todos modos, otro dato para dicha actualidad proviene la puesta en escena de la compañía Atalaya de Sevilla (Premio Nacional de 2008). Más allá de los avales críticos con los que llega el montaje, puedo hablar desde otras experiencias relacionadas con este colectivo capitaneado por Ricardo Iniesta. Los anteriores montajes vividos me han trasmitido intensidad y gran potencia teatral. Chispas escénicas, sensorial movimiento escénico, y la implicación de los actores en un poderoso teatro corporal podría ser el resumen de una estética. De una estética que de nuevo se ha tatuado para rejuvenecer un texto desde el que sigue resonando una pregunta: ¿qué fue de la revolución?

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