No quiso matizar el titular. Desgranaba Vicent Ros su programa, poniendo el énfasis en el capítulo de la Orquestra de València (OV), y le recordaron entonces aquellas palabras de Traub, hace varios meses, con las que alertaba de que la formación palidecía por la falta de músicos. «Yo soy el salvador de la Orquestra de València», dijo entonces el recién elegido director del Palau de la Música. «Yo voy a salvar la Orquestra», incidió Ros.

Ocho años lleva este músico tomando nota de las grietas del Palau, desde que llegó a la institución en 2008 como inspector de la OV. Corroborado su ascenso al escalón más alto de la entidad, el candidato hasta el pasado sábado dirigió su primer discurso, sobre todo, a los músicos propios, para quienes promete más compañeros en la formación y más dinero. El obstáculo sigue siendo la ley de estabilidad presupuestaria de Montoro, subrayaban Ros y Glòria Tello, presidenta del Palau de la Música, que impide invertir el presupuesto en más plazas para la orquesta debido a que solo se pueden cubrir el 50 % de las bajas registradas. La formación tiene 81 miembros actualmente y el objetivo es llegar a los 100, tarea complicada si no se modifica la ley (en el Palau esperan, en ese sentido, el cambio de gobierno en las elecciones); este año solo saldrá una plaza de violín a concurso.

Cuando Ros se erigía como mesías de la OV aportaba un argumento de mayor peso: el económico. De los 2,5 millones de presupuesto con los que cuenta el Palau, 900.000 son los que van a la formación, señala el nuevo responsable. Su idea es ampliar esa partida restando a la destinada al caché de las bandas y solistas invitados, que «seguirán siendo de la máxima excelencia».

Puede que fuera un gesto de complicidad con una orquesta que ha mostrado síntomas de agitación interna, pero Ros aseveró que los músicos serán también parte fundamental en el proceso de renovación o cambio de su propio director, Yaron Traub: «Lo abordaremos con serenidad», deslizó Ros, atribuyendo a la OV la capacidad de «legitimar» a su líder. Para la formación, además, está previsto que se elabore un reglamento y un manual que especifique sus funciones. Este objetivo entronca con el análisis del nuevo director y también de la presidenta, que han detectado un Palau «que había funcionado sin criterios», apuntaba Tello. La revisión y actualización de los estatutos de la entidad, de 1993, es otra de las tareas que se adjudicó el nuevo responsable.

Ros llega con la hoja de ruta marcada en su proyecto ganador del concurso, Un Palau obert, pero con la programación musical de este año definida. Ayer apuntó que la mantendrá pero con cambios para reforzar el programa educativo y social. Su reto, asumido desde la presentación, es conjugar esta última vocación con el nivel en la contratación internacional, además de reforzar la OV. Todo esto, aseveró, sin tocar el presupuesto. Tiene tres años para aplicar su ideario y acercar el Palau a su propio gusto, no oculto, por géneros extraños en el auditorio como la música contemporánea, el pop, el jazz o el rock. «Vamos a regenerar el Palau», proclamó, «este es un contenedor cultural que debe ser vertebrador, transparente, plural, de calidad y democrático», sentenció.