Dos minutos para tener el resultado de una prueba de ADN, huellas dactilares cambiadas con sólo un trocito de plástico... son errores de series como CSI o películas como las de 007 que pone de manifiesto el libro La ciencia en la sombra, un ameno análisis de las técnicas para investigar un crimen.

J. M. Mulet, como así le conocen, es el autor del libro y un inquieto profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, especializado en Biología Molecular y Celular de Plantas que quiso aprovechar un curso sobre genética forense para proponer una asignatura optativa sobre la cosa criminal y forense.

Y con gran éxito de alumnos, cuenta Mulet (Dénia, 1973) al hablar de su libro, donde repasa los crímenes más célebres de la historia, las series y el cine a la luz de la ciencia forense. Es decir, cómo esta se aplica en la realidad para la resolución de los crímenes, pero también en la ficción, a veces con fallos garrafales en esta última.

El error está en el detalle

Bien por exigencias del guión o bien por la necesidad de forzar un poco la realidad, lo cierto es que a pesar de estar bien documentadas (de hecho, en algunas son «bastante reconocibles» los casos reales en los que se basan, dice Mulet), determinadas series y películas cometen errores cuando «entran en detalles técnicos».

Aunque algunas como CSI se ajustan cada vez más a la realidad a medida que pasan las temporadas, quizá por las críticas, el espectador atento puede comprobar como en dos minutos se tiene el resultado de una muestra de ADN cuando podían haber utilizado la elipsis narrativa para dar idea del tiempo real que se precisa. Otro fallo, explica el autor, tiene que ver con la forma en que recogen las muestras. Por ejemplo, las forenses de la serie barren literalmente las muestras del cadáver con sus largas melenas sueltas a modo de «escoba».

En las películas de James Bond, por ejemplo, se cambian las huellas dactilares como el que se cambia de ropa. Un simple plastiquillo en el dedo y ya está. Un garrafal error, porque en la realidad es necesaria una complicada e ilegal operación para injertar en el dedo piel de la planta del pie. Algunos narcos se la hacen.

Hay más ejemplos en el libro, también de películas antiguas, como resalta Mulet, quien aconseja a guionistas, directores y escritores que se documenten bien y que se dejen asesorar por especialistas en la investigación criminal y forense. Más allá de esos gazapos, la obra recoge casos reales para explicar cómo se llegó a su resolución, como el de la joven de Algete (Madrid) Eva Blanco. La aplicación de la ciencia consiguió detener al asesino cuando el caso estaba a punto de prescribir.

Otros crímenes que podrían haber caído en el olvido pueden reactivarse. Tal es el avance en el ADN, por ejemplo, que dentro de muy poco podrá saberse hasta la hora de la muerte con una sola muestra, asegura Mulet. De todos modos, alguna limitación todavía hay, como en casos donde el sospechoso sea un gemelo idéntico, sobre todo porque las pruebas genéticas son muy caras. Una barrera que, en opinión del autor, se superará.

La ciencia forense en España cuenta con un buen nivel, asevera Mulet, sobre todo en cuanto a especialistas, pero no tan bien, como pasa en el resto de la ciencia, en «dotación económica y medios».

Son muchas las ocasiones, continúa el autor, en las que los equipos forenses españoles son llamados para resolver casos en el extranjero, como los antropólogos Francisco Echevarría o Miguel Botella.

Mulet cree que las muertes violentas atraen a la sociedad, dan «morbo», porque son una forma de «desahogarnos y de paliar los instintos primarios», pero a la vez «nos gusta que prevalezca la justicia y que el malo acabe entre rejas», como ocurre en la mayoría de las películas.

Criminales «muy listos»

¿Hay crímenes perfectos? Mulet no se atreve a asegurarlo. Más bien hay criminales «muy listos» e investigaciones «muy chapuceras». Pero prefiere decir que hay crímenes sin resolver.