Cuando Marino Darés nació ya se había diluido el efecto de Sin perdón, el título que recuperó a los héroes malcarados de Hollywood, que había sepultado a nombres como John Ford bajo la acusación de ser un reaccionario ultraconservador. Con 18 años, Darés (Valencia, 1994) estudiaba un ciclo de realización. Un fin de semana de excursión en Teruel se encontró con unos parajes que le transportaron a las películas de Ford, de Hawks, de Leone. Tenía entonces más ganas que referentes, pero se lanzó a escribir un guion de una del oeste. Cuatro años después, el jovencísimo director estrenará su primer largometraje, Nubes rojas, en Aragó Cinema, (hoy, a las 22:00), ante unas 300 personas.

«Empezó como un guion para mediometraje, pero el primer día de rodaje nos dimos cuenta de que podría ser un largo», relata Darés. Para entonces, en 2013, había prosperado su campaña de micromecenazgo gracias a la que lograron un presupuesto de 3.372 euros. Un verano antes había rodado en esos mismos paisajes de Teruel, «que parecían el Gran Cañón del Colorado», el corto Sin sombra, una historia de vaqueros con la que, junto a su nuevo guion y un apabullante dossier de fotografías y bocetos, se fue a convencer a actores como Sergio Villanueva o Jordi Ballester de que tenían que aparecer en el filme.

Ambos aceptaron, Villanueva como antagonista. Para el papel del héroe, Darés contaba con su amigo (y coguionista en cierta medida), Àlvar López. «Nos cruzamos con otra productora muy joven, Recvolution Productions, y hemos ido juntos en esto», cuenta López. Él lleva el peso del reparto en una película que reproduce los códigos clásicos: una familia rescata a un cazarrecompensas en las últimas y, cuando este se está recuperando, la casa es atacada por unos bandidos. El justiciero inicia entonces un camino de venganza y redención en busca de quienes ultrajaron a sus bienhechores. No falta ni uno de los arquetipos del género, aunque Darés fue virando en su manera de rodar hacia un western «más moderno», con la influencia clara de Clint Eastwood.

«Nadie cobra, solo se repartirán posibles beneficios, los cámaras aportaban su equipo y la Associació Western Comunitat Valenciana nos ayudaba con caballos, vestuario y material; ródabamos los fines de semana...», recuenta el responsable de un rodaje que se ha extendido durante dos años, igual que aquellas megaproducciones de mitad del siglo pasado.

Todo ese trabajo voluntario verá la luz esta noche en su puesta de largo en Aragó Cinema. Porque esa es otra: rodábamos un grupo tan pequeño „unas cincuenta personas han pasado por la película, pero no más de cinco están implicadas en todas las fases del filme„ el rodaje es solo la mitad del camino. Ahora hay que hacer que se vea y para ello tienen pensado presentarse al Almería Western Film Festival. «De lo que te das cuenta es del enorme trabajo que lleva levantar una producción», cuenta López, un actor accidental que prefiere dedicarse a escribir textos para otros. «Cuando hacía el ciclo me di cuenta de que no quería hacer más exámenes; ahora sé que mientras pueda me dedicaré a esto», confiesa Darés. Tiene 22 años y hoy comienza un rocoso y árido camino, como el de su protagonista.