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Entrevista

Arturo Valls: "Me gustaría una televisión que no fuera solo entretenimiento gratuito"

Aunque no tiene previsto salirse del primer plano, está probando suerte como productor de cine y asegura que el proceso le tiene enganchado

Arturo Valls: "Me gustaría una televisión que no fuera solo entretenimiento gratuito"

En un rodeo de cuarenta metros hasta el lugar de la entrevista, se cuentan dos arrobas de «¡Arturo, una foto!», tres puñados de «¡mira! ¿sabes quién es?», y una pizquita definitiva: «Hija, ¿quién es ese? ¡Es tu favorito!». Arturo Valls (Valencia, 1975), es un tipo bastante famoso, lo que implica caminar entre exclamaciones y miradas poco disimuladas. Hace unos días estuvo en Valencia para hablar sobre el humor y la televisión en Rambleta. Contestaba estas preguntas minutos antes de subir al escenario, mientras le colocaban un micro y daba un par de bocados a un tentempié. Al apagarse la grabadora, se hizo una última foto y se expuso ante el público. No cabía ni un alma. Al primer amago de chascarrillo se desató una carcajada casi intimidatoria en el grupo. «En Valencia siempre se está bien», había resumido.

¿Abrumado?

Con ilusión por venir a casa y notar el calor del público, el cariño de la gente (con tono intencionadamente afectado)... Es una maravilla. ¿Parezco una floclórica, no?

Dígame en qué anda metido.

Pues termino las grabaciones de Ahora caigo y acabo de rodar película con Nacho García Velilla, el de Perdiendo el norte. Hemos rodado Villaviciosa de la lado, una comedia muy coral. Y estoy con las gestiones para el estreno de la película que he producido, Los del túnel. Estamos en postproducción y venía ahora en el taxi hablando con Netflix, para ver si nos compran los derechos. Haciendo justo de eso, de productor, que me he tirado a este mundo.

¿Va a apartarse entonces de delante de la cámara?

En principio no. Lo bueno que tiene Ahora caigo es que es un formato ideal porque grabo dos días a la semana y me permite hacer otro tipo de cosas; además es un formato que se complementa con mi manera de trabajar.

Ha llegado el momento en estos meses en que Arturo Valls era omnipresente en televisión...

Sí, a veces, las cadenas, cuando algo funciona... Yo acababa de llegar a Atresmedia y me han dado programas. Pero me di cuenta que lo más importante es disfrutar de lo que estás haciendo, porque si no, llega un momento en el que estás en tres proyectos a la vez y no llegas a disfrutar de ninguno. Eso no es interesante...

Se ha consolidado la percepción de usted como el presentador gracioso, el que cae bien. ¿Miedo al encasillamiento?

Bueno, cómo pretender hacer programas si no caes bien; no se puede hacer de malo siendo presentador. Al final se trata de jugar este activo: si uno cae bien pues vamos a disfrutarlo y a aprovecharlo. A mí los encasillamientos no me preocupan en exceso, tampoco en la interpretación. Si hay un registro que se te da bien, ¿por qué obsesionarse en desmostrar otra cosa para hacer ver que tienes más valía? Hay gente que se obsesiona con el drama. Hombre, respecto a la televisión, si llega un productor y te ofrece un late night o un programa de entrevistas donde esta actitud tan cachonda no esté muy presente, pues adelante.

¿Cuando empezó periodismo se imaginaba este camino?

Nunca pensé en ser presentador, yo quería ser periodista deportivo. Quería narrar partidos de fútbol o de tenis, esa era mi vocación real. No sé en qué momento me he desviado y he acabado imitando a Shakira en Tu cara me suena (ríe). Sí tengo claro que me gusta mucho lo que hago.

¿Y tiene claro qué quiere ser de mayor?

Pues he disfrutado mucho la experiencia de ver cómo se fabrica una película desde dentro y desde la primera idea escrita hasta la distribución. Es algo que me ha enriquecido mucho y no me importaría, a poco que salga bien, repetir el camino. Y al mismo tiempo hacer cosas de televisión que me apetezcan.

¿Preferiría envejecer ante la cámara o detrás de ella?

El privilegio es siempre poder elegir y, si tu momento económico y vital te lo permite, lo ideal sería poder escoger programas que no te ocuparan mucho tiempo y que pudieras hacer otras cosas.

Le he leído quejarse de la tiranía de las audiencias.

Totalmente. Me pregunto si no estamos perdiendo la oportunidad de hacer una televisión mejor al depender tando de las audiencias. Ahora directamenate la gente puede escoger un nicho de televisión concreto, no ya solo elegir entre las cadenas generalistas. Vamos a ver si así es como vemos más calidad en los programas pero, de momento, a un directivo de una cadena generalista no le queda otra, tiene que hacer caso a las audiencias, con lo cual tiene menos capacidad para arriesgar.

¿Le gustaría cambiar la televisión desde dentro?

Me gustaría hacer una televisión más creativa, más arriesgada, más novedosa. Y, sobre todo, que aportara más al espectador; que no solo fuera un entretenimiento gratuito o, en el peor de los casos, esa televisión en la que se venden entrañas y malos rollos.

¿Le preocupa cruzar la frontera entre ser gracioso y ser un graciosillo?

Siempre, lo que pasa es que el graciosillo tiene poco recorrido. La gente lo pilla y no funciona. Lo he visto mil veces cuando era reportero: decían «¡mira a mi colega, que es un gracioso!» Resulta que le ponías la cámara delante, encendías el objetivo y se bloqueaba. El graciosillo tiene menos recorrido.

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