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Música crítica

Despedida a la francesa

Roger Vignoles

palau de les arts (valencia)

Intérprete: Roger Vignoles (piano) y solistas del Centre de Perfeccionament de Plácido Domingo. Obras de Gounod, Saint-Saëns, Bizet, Chausson, Hahn, Ravel, Ibert y Poulenc.

La 7ª promoción del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo se despidió del que ha sido su público durante el curso que ahora termina a la francesa, esto es, con un precioso programa de chansons. No sólo de ópera vive el cantante.

El acompañamiento no pudo ser de más lujo en manos del británico Roger Vignoles (Cheltenham, 1945), que dictó una lección magistral sobre la materia. Luego volvería él mismo (con Arteta) y también Graham Johnson (con Murray, Lott), pero quienes no llegamos a poder ver en Valencia a Gerald Moore (fallecido en 1987) comenzamos a disfrutar de su legado cuando en 1991 Vignoles vino al Palau con Kiri Te Kanawa. Su arte va mucho más allá de la pulsación de las notas correctas con la fuerza adecuada en cada momento, para encontrar su esencia en la creación de la atmósfera sonora que cada pieza (en este repertorio, un microcosmos, es decir, un universo ordenado y completo, sólo que en miniatura) demanda. Prez del Centre y de sus profesores volvió a ser el altísimo nivel y, más aún, el extraordinario progreso apreciado en las trece voces escuchadas. Naturalmente, la del recital es una especialidad no siempre compatible con otras o de dominio accesible a todos, pero en este caso nadie acusó incomodidad insuperable.

Alejandro López, el único bajo, se vio favorecido por ser también el único que cantó un ciclo completo, las Cuatro canciones de don Quijote de Ibert, cima de la velada. El barítono Michael Borth agradeció no tener que «atenorarse» en dos de las Tres a Dulcinea de Ravel (gran detalle esta insistencia en año Cervantes). La mezzosoprano Nozomi Kato se mostró como muy completa e igualmente muy emocionante en sus dos intervenciones. Siendo entre sí muy distintos, los timbres de las sopranos Mariam Battistelli, Federica di Trapani y Karen Gandeazábal deslumbraron; más pequeño, el de Tatiana Irizarry se movió mejor en terrenos intimistas. De prácticamente todos los aquí omitidos y varios de los citados se considera que brillarán más junto a una orquesta.

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