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Entrevista

Marcos Ordóñez: "La nostalgia es un sentimiento falso y peligroso"

El escritor y columnista publica «Juegos reunidos»

Marcos Ordóñez: "La nostalgia es un sentimiento falso y peligroso"

No hay cuentas pendientes ni heridas abiertas en la memoria de Marcos Ordóñez, que da continuación a Un jardín abandonado por los pájaros con otra novela autobiográfica, si bien deja la ventana abierta a la ficción. Al final, asume, le queda un puzzle en el que no importa que los recuerdos estén basados en hechos reales, sino que al leerlos las emociones sí sean de verdad.

Sigue tirando del hilo del pasado.

Sí, pero de otra forma. La memoria sigue siendo el tema central pero a través de modelos distintos: hay perfiles, relatos de ficción, poemas. La novela sigue un modelo inalcanzable, como todos, que era Música para camaleones, de Capote. Me gustan los libros que no parecen unitarios pero sí lo son, que ofrecen como un mosaico. Este creo que me refleja bastante.

¿Es escrupuloso con los recuerdos?

Hay cosas que son claramente de ficción, en forma de novela corta. Lo que sí tiene que ser verídico son las emociones, los sentimientos. Hay historias en las que se juega con la imaginación, que no me tienen que haber pasado a mí, pero sí han repercutido en mí.

El libro está plagado de referentes en cine, música... Son casi personajes secundarios.

Los he elegido no por hablar de una película en concreto, sino porque me han tocado de manera especial. Por ejemplo, si hablo de American Graffiti es porque encarna la fascianción por América como ventana abierta a otros mundos. O cuando hablo de Sharon Tate es porque fui con mi abuelo a ver una peli suya, una vez muerta ella, que era la Mansión de los siete placeres, la escena representa el deseo que se va y el deseo que empieza unidos esa tarde. También hablo de Gambardella como deseo de un yo futuro: me gusta cómo ha aprendido a llevarse bien con la vida.

¿Escribir sus memorias es una manera de reconciliarse con la vida?

Cada uno hablará de la feria como le vaya pero las otras veces en las que yo me acercaba a mi pasado salían libros mas convulsos. Me han dicho que este es un libro feliz, que hay melancolía pero también felicidad. Y sin nostalgia, que es un sentimiento muy peligroso y muy falso, porque muchas veces lo que te puede parecer una época fenomenal se debe en gran medida a que estuvo unida a la juventud y a la plenitud.

¿Trataba de desidealizar?

Pero sin renunciar a los fulgores, hay momentos que siguen siendo concentrados de sentimientos. Hay que intentar mantenerse a cierta distancia sin perder la búsqueda de la belleza.

El libro es muy puntilloso en las descripciones de Barcelona. ¿Ha cambiado más la ciudad o usted?

Han cambiado muchas cosas. Recuerdo que entonces aparecieron los drugstores, sitios a los que podías acudir día y noche. A mediados de los setenta eso era una auténtica revolucion, y al mismo tiempo quedaban los resabios del franquismo. Y podías vivir sin necesidad de trabajar en veintisiete cosas; la vida era mucho más barata.

El alcohol también. Le dedica un capítulo a la bebida. ¿No es una pose?

He intentado mantener un tono que no fuera confesional. El alcohol era algo muy generacional, se bebía con mucha normalidad. Pero el texto que dedico a los alcoholes era a la manera de Apollinaire, más bien dirigido a las cosas que dan brillo a la vida. Acabo hablando más de la atracción hacia la noche, lo que sientes cuando tienes veinte o treinta años, cuando tienes mayor fortaleza.

¿La noche se abandona por cansancio o por obligación?

Por una mezcla de todo. Pero yo ahí era una una ovejita lucera; había gente que fichaba todas las noches.

¿Qué hay del presente? ¿Le estimula menos?

No estoy muy a gusto con el presente, pero porque yo creo que para que pueda situarme y pueda considerarlo materia narrativa tiene que pasar un tiempo. Comparativamente tengo más pasado

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