Obras de Cerveró, Debussy, Prokofiev, Kodály y Hindemith
palau de la música (valencia)
Músicos: Mª Luisa Olmos (clarinete), Pedro López (piano) y OV. Director: J.A. Trigueros.
La primera convocatoria de «L´estiu al Palau», sustituto de los Conciertos para todos como ciclo de relleno de la temporada de la Orquestra de València, ha resultado un concierto para pocos además de para pobres. Sólo el hecho de que se ocupara menos de la mitad del aforo de la Iturbi evitó que volviera a ser sumamente incómoda la falta de numeración de las localidades: no dio tiempo para la habitual insolación de las colas de espectadores en el invernadero en que por estas fechas se convierte el vestíbulo del Palau. La buena noticia es que las versiones de las obras que conformaron el variado programa fueron todas, como mínimo, muy estimables.
El principal calzador para la inserción en los Ensems fue el estreno de Bow shock (término de la astronomía mal traducido como Arco de choque) de Joan Cerveró (Manises, 1961). A lo largo de su cuarto de hora de duración mantuvo constante la atención de los oyentes en razón de la lógica sostenida en la variedad y la imaginación con que se concretó el dominio del medio orquestal. Dotados de particular atractivo parecieron el tratamiento de la percusión en sus siete u ocho partes (no era difícil descontarse sin las siempre exigibles notas al programa), la inteligencia con que se aplicó el método minimalista en la segunda, el guiño a Shostakovich en el vals y la fuerza de la marcha hacia el final.
Los otros cuatro compositores compartían el XIX como el siglo de nacimiento y el XX como el de fallecimiento. Procedente del Conservatorio de Alicante, la clarinetista María Luisa Olmos Ros (Torre-Pacheco, 1996) admiró en la Primera rapsodia de Debussy; procedente del de Castellón, el pianista Pedro López Salas (Albacete, 1997) en el primer movimiento del Tercero de Prokofiev. Dirigiendo los acompañamientos lo mismo que luego las Danzas de Galanta de Kodály y las Metamorfosis sinfónicas de Hindemith, José Trigueros (Vall d´Uxó, 1979) corroboró las magníficas impresiones producidas en circunstancias similares hace dos años.
