Salir de la exposición de Boltanski es un soplo de optimismo. Algo parecido tras un largo funeral. Funciona el efecto que busca el artista francés, reconocer que el único elemento igualitario y universal es la muerte. La conclusión de su propuesta después de una sucesión de féretros, torres de columbarios, mortajas, relicarios y un mural de víctimas de sucesos varios, es que la vida necesita más atención.

El último trabajo de Christian Boltanski (París, 1944) en el IVAM recrea a la perfección la delgada línea que separa la vida y la muerte. El propio creador explica que «la manera de ver esta exposición es como entrar en una iglesia para reflexionar sobra la vida». Una meditación fuera del estricto ámbito religioso, porque se aleja del creyente, pero desde la opinión que «los nuevos museos son las nuevas iglesias, los nuevos lugares de peregrinaje».

No obstante, avisa que en esa «iglesia» no hay respuestas, sino «preguntas, preguntas y otra vez preguntas». «No soy un hombre religioso, no tengo respuestas, lo que me gusta es cuestionarme cosas», justificó.

El trayecto místico del artista está marcado por la simbiosis cultural de ser hijo de madre cristiana y padre judio. Así como su constante creativa para formatear instantes de la memoria. Nada ortodoxo, su capacidad multidisciplinar ha recorrido el pop-art, la pintura, la fotografía, el cine y la escritura. Su instalación en el IVAM asume un poco de todo, casi un testamento de arte. Según reconoce el artista, «las obras tienen un carácter catalizador de las heridas. Cada vez soy más mayor y tengo menos miedo a la muerte que cuando era más joven. Por eso, ese sosiego se transmite en mis obras más nuevas».

Un paseo fúnebre

La exposición, una proyecto del propio Boltanski y de José Miguel G. Cortés, presenta siete grandes instalaciones desde 1989 hasta la actualidad, con dos de ellas „La traversée de la vie (2015) y la que da nombre a la selección, Départ-Arrivée (2015)„, que se exhiben por primera vez en España. Para el responsable del IVAM se trata de «auténticos espacios teatrales, en los que Boltanski no tiene tanto interés en que el espectador se sitúe frente a la obra sino que entre en ella, se introduzca y se deje llevar por los diferentes elementos que utiliza, porque lo importante es que entre en esa experiencia de sensaciones visuales y auditivas».

Instalaciones como Les tombeaux (1996), al inicio del recorrido, muestran un período más pesimista del artista. Siete tumbas anónimas que conmemoran las víctimas sin reconocimiento, y donde las bombillas iluminan las almas perdidas.

Fotografías impresas en telas traslúcidas, a modo de veladuras, avisa la atmósfera fantasmagórica en La traversée de la vie, 2015. Hay que cruzarlas para entrar en La Réserve des Suisses Morts (1991), pieza perteneciente a la colección del IVAM, que con «torres de cajas de galletas se crea una metáfora de la vida misma, ya que las torres están de pie pero pueden derrumbarse en cualquier momento», según dijo.

Esa constante idea del paso del tiempo están en Départ-Arrivée (2015). Ochenta y seis bombillas de luz roja para la «Partida» y noventa y nueve de luz azul para la «Llegada». Boltanski considera que la vida no es más que nacer y morir.

El recorrido del paseo concluye con Reliquaire (1990) y Archives de l'année 1987 du Journal El Caso (1987), con fotografías de criminales o víctimas extraídas del conocido periódico de sucesos español, que «puestas una al lado de las otras no permiten discernir quién es quién, si es criminal o víctima. Las fotografías se caracterizan por la soledad, pero también me interesó esa vanidad de creencia en que no hay razón objetiva para morir. Sin embargo, al final nos convertimos en un montón de cenizas», reflexiona Boltanski.

El periódico de la muestra

Con motivo de la exposición «Boltanski. Départ-Arrivée», que se inaugura hoy, el IVAM ha editado un periódico, en un guiño a El Caso que inspiró al creador galo. Uno de los artistas representativos de la contemporaneidad se fijó en una diario de sucesos devaluado por la intelectualidad española de la época. «La relación con la muerte en España es distinta que en Francia», remató.