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Entrevista

Carles Capdevila: "Los padres que critican al maestro son como la afición que silba a su portero"

«La sociedad no puede permitirse el lujo de que se desanimen sus docentes, pues los niños no tienen ninguna culpa»

Carles Capdevila: "Los padres que critican al maestro son como la afición que silba a su portero"

Además de filósofo, periodista y comunicador, Carles Capdevila, también es el hijo del carpintero de Els Hostalets de Balenyà, el pueblo barcelonés donde nació hace casi 51 años. Tal vez por ello ayer les contó a los más de 300 docentes que asisten a la IV Escuela de Maestros de Akoe, el grupo que une a las 9 grandes cooperativas de enseñanza valencianas, que los buenos profesores deben ser «artesanos que hacen las cosas bien hechas por el gusto de hacerlas bien».

¿Maestros artesanos?

Yo creo que las profesiones como maestro, medico o periodista, que son vocacionales, requieren de gente que se crea lo que hace y que tenga un espíritu artesanal global. Un maestro no es alguien que enseña matemáticas de 9 a 10, sino una persona que impulsa al máximo las capacidades de sus alumnos, y por tanto debe de quererles, amarles y creer en ellos. Adaptarse a la motivación y necesidades de cada alumno. Y esto es lo que hace un artesano, que hace las cosas por el gusto de hacerlas bien. La gente que sabe que hace bien su profesión duerme tranquila, tiene la autoestima recargada y no se desanima. El estado de ánimo del docente es un activo muy importante.

¿Tanto para aconsejar al docente desanimado que lo deje?

Sí, y así se lo dije a una amiga: «Si éstas tan desanimada, prefiero que no seas maestra porque tus 25 alumnos no tienen ninguna culpa de tu desánimo, aunque legítimamente tengas motivos para dejar de creer en lo que haces porque te han complicado la vida». Una sociedad no puede permitirse el lujo de que se desanimen sus maestros, de ahí que yo no ponga toda la responsabilidad en ellos. También la pongo en el sistema educativo y en los padres. Necesitamos un sistema que ayude en vez de poner trabas. Unos padres que respeten y empoderen a los maestros, y unos docentes que crean en sus posibilidades. En este tema hay que empujar todos juntos, porque la educación no es el problema sino la solución.

Define al buen profesor como aquel que ama más a sus alumnos que a la asignatura.

Esto lo dice Jaume Cela, un pedagogo que entrevisté en un libro reciente. Y, además, ocurre algo maravilloso, que es que el maestro que quiere más a sus alumnos que a la asignatura consigue que éstos acaben amándola, porque les trasmite pasión por ella. Ser maestro es una profesión que, además de vocación, ilusión y pasión, precisa de empatía. Saber ponerte en la piel del alumno y descubrir dónde está su curiosidad, cómo motivarle, estimularle y ayudarle. Desde este cariño y esta confianza en el alumno se pueden lograr grandes cosas, porque los buenos maestros consiguen milagros al ser capaces de sacar lo mejor de un alumno.

Y, además, recomienda a los maestros que sean optimistas.

Para educar tienes que tener confianza y convicción. Confianza en que tu sabes hacerlo y en que tu alumno saldrá mejor de la clase de lo que ha entrado. Una persona que no sea optimista, que aunque sepa que todo es muy difícil es posible cambiar las cosas, que no crea que lo hará bien, que no piense que todos los alumnos pueden mejorar y son capaces de aprender, no tendrá confianza. Si no tiene confianza, no tendrá convicción. Si no tiene convicción no educará bien.

Cuando se pregunta qué debe hacer un maestro, conjuga verbos como acompañar, estimular, inspirar... ¿Con cuál se queda?

Acompañar. Es una posición fantástica. Acompañar te da todo. Tu posición está al lado del alumno, no es de superioridad, no estás encima, no estás empujando ni tirando de nadie. Acompañar también te da la idea que tienes que dejarle caer, ayudarle a levantarse. En la educación tu acompañas al alumno y tu misión es que algún día ya no te necesite. Incluso como padre me quedo con acompañar. No podemos estar encima de los hijos, pero tampoco muy lejos, y acompañar te obliga a calcular la distancia exacta.

¿Y hay una distancia perfecta?

Depende del niño y de su edad. A veces hay que acompañarles muy cerca, porque si es muy pequeño y se hará daño, pero otras tienes que dejarles margen incluso para que se equivoquen, porque hay parte del aprendizaje que requiere confianza en los chavales para dejarles que se equivoquen.

¿Y los padres? ¿Cómo debemos actuar con los maestros?

Tenemos que tener más confianza en ellos, hablar mejor de ellos. Para mí unos padres criticando al maestro a la puerta del colegio son como la afición que silba a su propio portero. Si le dejo a mi hijo, no voy a desanimarle y a criticarle, sino intentar ayudarle. Entonces, debemos hablar y cooperar más con los docentes. También creo que los maestros tienen la obligación de comunicarse muy bien con los padres. Un profesor tiene que saber, y lo sabe, que las reuniones con los padres son una oportunidad que tiene para demostrarnos que quiere a nuestros hijos y para cooperar. Educar es un trabajo en equipo y muchos recelos son absurdos, infantiles a veces y superficiales, pero muy peligrosos si se quedan ahí. La educación no es patrimonio de los padres ni de los maestros, sino de todos.

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