Cuando se habla del impacto de un festival en un territorio se suele señalar siempre lo mismo: el número de asistentes, el número de viajeros, el número de reservas hoteleras, el número de millones de euros que genera a su alrededor o, incluso, el número de detenidos por tráfico de estupefacientes. No se habla, o al menos no se habla lo suficiente, del impacto a largo plazo, quizá el más interesante en términos culturales. En ese sentido, el Festival Internacional de Benicàssim, el FIB de siempre, ha ido dejando a su paso una ristra de semillas que en los últimos años germinan en forma de músicos y formaciones valencianas. Pasa cada año y este todavía más. Aquellos que un día fueron chavales que lo fliparon en el FIB son ahora protagonistas de conciertos sobre el escenario.

La XXII edición del FIB, que hoy comienza, es una muestra de ello. La música contemporánea valenciana no se entendería sin la influencia del festival. Major Lazer, The Chemical Brothers, Muse y Kendrick Lamar son los cabezas de cartel de esta cita. Pero junto a ellos habrá varios músicos que cumplirán el particular sueño fiber americano. Lo explica Jordi Sapena, que estos días tocará en el FIB por partida doble, con La Habitación Roja y Ramirez Exposure: «para la gente valenciana de mi generación es EL FESTIVAL (así, con mayúsculas), pase lo que pase».

El FIB, dentro de la inmensidad de las decenas de artistas y de la expectativa de más de 30.000 asistentes diarios durante el fin de semana, está regalando historias bonitas. En los últimos años se han dado casos: en Benicàssim, los sueños se cumplen. Juanjo es de Xilxes y se alojó en el camping del festival en 1999. Tocaba un grupo: Pleasant Dreams. Cada año volvía y dejaba su maqueta en los extintos puestos de venta de discos. Con el tiempo pasó de fiber a artista. Con su banda tocó en el FIB de 2013.

A Víctor Ballester le ocurrió el año pasado algo parecido. En la primera edición del festival, en 1995, trabajó sirviendo copas en una de las barras. En 2015 actuó con deBigote en el escenario grande. Un año antes lo hizo Skizophonic, la primera banda de Benicàssim en tocar en casa. Todos sus miembros habían crecido contando los veranos en anécdotas fiberas. O Mox Nox, desde Alicante, el año pasado, llevando a otro escalón la interpretación de la herencia. El sonido de su música es típicamente el FIB que conocieron como espectadores, pero las voces son en valenciano, la lengua de sus abuelos. Fueron el primer grupo del cartel en cantar su repertorio íntegramente en el idioma autóctono.

Y es que con el paso del tiempo, el FIB, sin descuidar que su razón de ser es lo internacional, ha creado su propia cantera y se alimenta de ella.

No solo en lo musical. David Hernández era un chaval en 1995, que escuchaba desde la villa de un amigo, con nervios, las pruebas de sonido. Fue al primer FIB y no ha fallado desde entonces: ahora es músico, promotor y periodista musical. Como Toni Falomir, otro de la terreta que ha ido a todos y admitía, por el XX aniversario, el impacto del FIB en varios ámbitos. «Dejabas de sentirte un bicho raro, aprendías y crecías cada año». Falomir es músico, impulsa el ciclo Sons en la capital de la Plana, y estuvo en la organización del Tanned Tin, entre otras historias.

Este año tampoco faltan grupos valencianos en el festival. Es la rueda que no cesa. «El FIB tiene un punto especial porque es el primero al que fuimos como espectadores antes que músicos», cuentan desde La Habitación Roja, referencia veterana del gremio, que encaran su quinta actuación, «y en ese sentido cruzar la línea de observar a participar está muy bien. La primera vez que tocamos fue memorable. Como público vinimos ya al primero, porque tocaban casi todos nuestros grupos favoritos, y a partir de ahí hemos vivido multitud de conciertos míticos».

En términos similares se expresan Soledad Vélez («es cada año una oportunidad gigantesca para disfrutar de bandas enormes que de otra forma no veríamos por la Comunidad»), Ramírez («fue pionero, sentó cátedra y he podido ver a la mayoría de mis referentes») y los miembros de Ruth Baker Band («algunos desde la primera edición aquí hemos visto a nuestros artistas favoritos»). Todos cumplirán lo que comenta el castellonense Xavi Muñoz, bajista del valenciano Alberto Montero. «Eras un crío, estabas viendo un conciertazo y pensabas, ojalá estar ahí arriba un día». Pues ese día llega ya.