«Lo que veis es conocido, pero el aspecto no», explicaba la comisaria Carmen González, ante un grupo de obras que simulaban texturas como las del papel, el cartón-piedra o la madera. Sin embargo, todas ellas están hechas de cerámica, material que, pese a su estrecha e histórica vinculación con el arte, en España (precisamente en España) mantiene una difícil relación con el público y la crítica cuando se adentra en la contemporaneidad.

«Es por desconocimiento», aseguraba González en la presentación de una muestra que ocupa el González Martí con motivo de la celebración en Barcelona del Congreso de la Academia Internacional de la Cerámica, fundada en 1954 y con sede en Ginebra. A propósito de este encuentro, el museo valenciano ha sacado algunas de las obras más importantes de sus fondos y ha recurrido a algunos de los artistas contemporáneos que despuntan hoy en el panorama internacional, todo para «ofrecer el gran abanico de posibilidades expresivas» que permite la cerámica, exponía González.

En la primera sala, las firmas abruman: un original de Picasso y varios azulejos decorados con cuadros de Dalí que él mismo firmó, sirven de introducción para una muestra que cronológicamante arranca en 1935 „con obras de Llorens i Artigas„ pero que mezcla etapas para cuajar cuatro relatos diferentes: la tradición de la cerámica contemporánea, la narración a través de ella, la provocación hacia el propio material, corrompido en busca de texturas inverosímiles; o las ilusiones ópticas conseguidas gracias a la técnica depurada de artistas actuales.

Desde Llorens i Artigas hasta la Joven Marina Rubio, los grandes nombres del arte contemporáneo moldean un centenar de piezas que el espectador juraría que no son de cerámica.