Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Enrique Herreras: "Más que a los clásicos, el teatro necesita a los nuevos Bertolt Brecht"

«El público ha perdido ganas de ver cosas con cierta envergadura; no tenemos un espectador conocedor, que es algo que sí había en otras épocas»

Enrique Herreras: "Más que a los clásicos, el teatro necesita a los nuevos Bertolt Brecht"

Aunque su otra faceta lo acerca a la filosofía política —es profesor en dicha materia en la UV—, Enrique Herreras (Valencia, 1959) es un hombre de teatro. Estudió Arte Dramático y, si bien no completó sus estudios, también dio clases de esta disciplina hasta que, finalmente, se instaló en el bando de la crítica. Desde la butaca ha observado una dolencia que hace cojear a la escena: la banalización, la pérdida de profundidad de lo que ocurre sobre las tablas. Ese es el motivo de su último libro.

¿Este ensayo es una llamada de atención o un epitafio?

La intención es recuperar el prestigio intelectual del teatro. Ahora hay un gran nivel técnico y mucha actividad teatral, pero el prestigio intelectual se ha perdido porque hoy el teatro se ve más como puro entretenimiento.

¿Por qué?

Porque llevamos mucho tiempo pensando que las cosas intelectuales no tienen éxito y en el imaginario colectivo se ha instalado la idea de que al teatro se va a pasarlo bien. Pero pasarlo bien también es pensar sobre determinados asuntos y que el teatro diga cosas interesantes, y este tipo de teatro se mueve hoy en círculos muy marginales, a excepción de los clásicos.

¿Esa banalización de los textos es un rasgo solo del teatro?

Es de la sociedad: ocurre en el cine, en la pintura... solo se salva la música clásica.

El público, la profesión, los gestores públicos. ¿Cuánta cuota de responsabilidad tiene cada uno?

Es verdad que el público ha perdido las ganas de ver cosas de cierta envergadura. No tenemos un espectador conocedor, que es algo que sí ha existido en otras épocas. Y luego en los colegios ha perdido cada vez más terreno el autor de teatro, en favor de la representación.

¿El reto entonces es recuperar la calidad del público?

El público masivo al final aparece, aunque es algo esporádico. La minoría de la minoría serviría para llenar los teatros y ojalá hubiera un poco de atención a esa minoría. Tampoco reivindico que se revise siempre a los clásicos; más que eso, falta el Bertolt Brecht de hoy: autores que hagan un análisis de la sociedad desde el teatro. Hacen falta autores hoy que cumplan la función de los de antes.

¿No aparecen autores ahora que sean los clásicos del futuro?

Acabo el libro diciendo eso: ¿quién hablará de nuestro teatro cuando hayamos muerto? ¿Quién lo recordará si es un teatro que no deja huella, aunque hoy tenga mucho éxito? Sí veo un cambio en las nuevas generaciones de autores, aunque trabajan en una situación muy precaria.

¿Ese renacer podría ser fruto de la crisis, paradójicamente?

La crisis ha sido muy perjudicial en muchos aspectos pero a raíz de ahí surge una generación que se está buscando la vida, haciendo cosas sin la ayudita pública, que era lo que se priorizaba antes.

¿Y en la otra orilla, al frente de los teatros, ve gente con conocimiento de causa?

Lo que veo es que ha cambiado el concepto de director artístico; los concursos que se promueven ahora buscan la figura del gestor, no tanto la del director artístico con un proyecto determinado. Ahora todo es muy ecléctico, mira el Principal: ahora Calderón, ahora Mamma mia... falta lógica. Lo más peligroso es la falta de dirección artística, alguien que arriesgue, que no programe de jueves a domingo, que crea que algo es importante y lo tenga un mes en cartel. Ese es otro problema: es verdad que nunca ha habido tanto teatro como ahora, pero la programación es efímera.

Hábleme de la figura del crítico. ¿Ha perdido relevancia?

Ahora se multiplican los lugares de crítica y tienes mucha competencia. El problema para el crítico de hoy es cómo tener criterio dentro de la pluralidad. Cuando uno era dogmático era todo más fácil: podías defender el teatro de izquierdas frente al de derechas, el de palabra frente a físico... Cuando te abres ya no puedes ser tan claro, y el lector quiere que digas si te gusta la obra o no. Pero ahora tienes que ser plural y admitir muchas cosas.

¿Se ha banalizado también su profesión?

La importancia de la crítica es crear opinión, eso es lo que da vida al oficio. Yo siempre he visto muy interesante la discusión artística entre creadores y hoy hay un gremialismo en el teatro que deja una sensación de que todo es bueno, de que todo vale.

¿Es una medida de autodefensa, por la precariedad?

Sí, y se quiere llegar a todo el público, pero ¿no sería bueno que hubiera diferentes públicos que se enfrentaran? El pluralismo no es relativismo. Ahora hay un ambiente de que lo necesario es apoyar al teatro, y se ha perdido parte del sentido crítico.

Compartir el artículo

stats