Dice que, en cierto sentido, «la Historia no existe», y que los humanos andamos repitiendo errores cíclicamente. Esa tesis y la de que un puñado hombres manejan y manejarán el destino de toda la humanidad se imponen en una novela que también rescata la medicina de Al-Ándalus y viejos conflictos que no son tan viejos.
La novela nos recuerda que el conflicto por la religión, por la forma de ver el mundo, no es nuevo...
Es una visión postmoderna: en cierto sentido la Historia no existe. Historia es el nombre que damos a las peripecias que van ocurriendo, pero los elementos que mueven la Historia son siempre los mismos. En la novela la conclusión es que el mundo está dominado por personas que no cambia a través de las épocas. Son los señores del fin del mundo.
¿Ha comprendido por qué se renuevan constantemente conflictos entre civilizaciones?
En realidad lo que yo observo ahora no es un conflicto entre pueblos o países, sino entre grupúsculos que movilizan una guerra global de manera quintacolumnista. Hay que olvidarse de los viejos enfrentamientos para comprender estos...
¿Este conflicto es totalmente nuevo, entonces?
Ni el Islam ni el Cristianismo son compatibles con ninguna forma de antihumanismo. De todas formas, el Islam esta en una crisis muy fuerte. Desde que empieza se extiende con éxito hasta que cae el imperio turco. Entonces determinados grupúsculos lo interpretaron como que fracasaron porque se separaron de los orígenes y empieza a manejar la religión gente que se separa de los fundamentos reales del Islam.
El protagonista es médico. ¿Ensalzamiento de la ciencia sobre la fe?
Hasta Newton no hubo realmente una separación efectiva entre la ciencia y la magia, eso produjo muchos atrasos. El protagonista intenta separar los procesos naturales de los sobrenaturales. Hay que separar las cosas del espíritu de la ciencia.
