Podría haber sido peor y, sin embargo, el cierre temporal del Escalante por peligro de desprendimientos en las gradas evidencia una laguna de atención al teatro, que ahora se manifiesta con rotundos cascotes. La sala había ido deteriorándose en los últimos años a ojos de su inquilino, la Diputación de Valencia, que en última instancia llegó a apreciar «desconchones» y «deterioro en el mantenimiento», según apuntan algunos de los responsables que visitaron la sala este mismo año. La última cata del arquitecto de Patrimonio del organismo, hace apenas 15 días, alertó de que esas deficiencias no se solventaban con una mano de pintura.

Desde la corporación provincial se apunta precisamente a la soledad del técnico de Patrimonio para explicar por qué en estos últimos 15 meses „los que llevan en el cargo los nuevos gestores„ tampoco se habían percibido los desperfectos tras años de, a la vista está, absoluta intemperie. Así lo justifica la propia diputada provincial de Teatres, Rosa Pérez, que en palabras a este periódico denuncia la pasividad de sus antecesores a la hora de dotar de técnicos el área de Patrimonio. Desde ese mismo departamento se confirma que la última jubilación no había sido suplida, dejando para un solo experto el control del más de medio centenar de edificios de la Diputación.

En la nueva legislatura, señala la propia Pérez, se está tratando de paliar la escasez de supervisores, pero la burocracia veloz es un oxímoron. «Hay falta de personal en muchos puestos de la Diputación y desde Administración se está intentando solventar», lamentan en el organismo. En agosto, de hecho, se aprobó una oferta pública en la que se prevé la plaza de un segundo arquitecto, cuya convocatoria debería estar lista próximamente. Además, fuentes de Patrimonio aseguran que en unas semanas «estará lista una bolsa de arquitectos técnicos para situaciones de necesidad». Mientras tanto, en ese mismo departamento se centran ahora en analizar el nivel de deterioro de la sala y las responsabilidad del mismo. Lo que tratarán de dirimir, además, es si los costes de la reparación debe asumirlos el inquilino, o sea la Diputación, o el propietario: el Patronato de la Juventud Obrera, que percibe unos 66.000 euros anuales por el alquiler del espacio. La corporación, por cierto, destina otros 65.000 euros al edificio por la vigilancia, además del coste que acarrea el mantenimiento, difícil de calcular pues el servicio se ocupa de todos los edificios de la institución.

Los desperfectos del edificio sucedieron posiblemente ante la vista de algunos y por la falta de acción de otros. En el último informe técnico del arquitecto, en el que se advirtió del peligro de los cascotes, se señalaba que la diputación pidió una licencia de obras para «la reparación de forjados y reposición de cubierta en zona de gradas», que estaba pendiente de aprobación por el Ayuntamiento, desde el año pasado, según señalan en el consistorio. Quizás en el transcurso de esas obras se hubiera percibido la decadencia del Escalante.

La visita del pasado verano de la delegación de Cultura con vistas a unas obras de accesibilidad, fue la penúltima del arquitecto de Patrimonio antes de volver para la cata. En agosto, precisamente, entró a gestionar el teatro Josep Policarpo, quien puso en marcha una actualización del recinto, repintando las paredes además de otras pequeñas acciones. Según el informe fue él mismo el que pidió la visita de Patrimonio que ha propiciado, tarde pero quizás a tiempo, el cierre del teatro.

«Cuadrando» la programación

La prioridad para la delegación de Teatres sigue siendo encajar su calendario con el teatro que les dará cobijo, El Musical. Fuentes de ambas partes apuntan a que apenas quedan «flecos» para cuadrar todos los espectáculos. Lo que sí avanzan es que las producciones del Escalante deberán renunciar a su función los domingos, trasladándolas a los festivos o a las vacaciones de Navidad.