Los vecinos madrileños de Jose Luis Sáiz veían, cada fin de semana de 2013, cómo una minúscula procesión desembocaba en su puerta. Algunos especularían con que iban a practicar magia negra o dictar el rumbo de la economía planetaria. Los más retorcidos pensarían que en casa de ese vecino del sexto se hacía algo que tuviera que ver con el arte. Estos último estarían en lo cierto. «Los focos estaban en mi salón y si tenían que ir al baño, utilizaban el mío», cuenta con humor Sáiz, actor valenciano, de Monteolivete „«crecí jugando donde la Ciutat de les Arts», recita, machadiano„. Las dos decenas de espectadores que iban a su casa se acomodaban en el salón para ver un espectáculo de bululú, en el que un solo intérprete representa multitud de personajes, en este caso sobre Romeo y Julieta.

El lector de Romeo y Julieta estuvo durante más de un año representándose un piso de Madrid y ahora Sáiz lo saca de su salón, rumbo a Valencia, al oratorio de la Almoina, «una antigua capilla muy misteriosa» situada en la calle Palau, 13. Allí, desde mañana y durante tres semanas, cada viernes y sábado una quincena de espectadores verán a Sáiz desdoblarse en nueve personajes del arquetípico relato romántico.

La obra representada no es exactamente Romeo y Julieta porque, reivindica Sáiz, todo en su montaje está pensado para dejar fuera «los convencionalismos». El lector de Romeo y Julieta se desarrolla como un «juicio» a los hechos que narró Shakespeare. Sáiz se presenta como Fray Lorenzo, quien tratará de justificar ante el espectador por qué actuó como actuó. De él van brotando los demás protagonistas del trágico relato en una obra nutrida por la investigación del actor, que la convierte casi en un estudio sociológico. «Shakespeare reflejó de una manera muy moderna el mundo de jóvenes y adultos: los muchachos son apasionados y los mayores acomodaticios; mueven los hilos sin parecer que hacen nada», explica el autor de esta versión.

Sáiz indagó sobre aquella próspera Verona y sobre el origen del odio entre los Capuleto y los Montesco, pero también sobre el suicidio juvenil y otros aspectos que se desprenden de la historia. Así enriqueció su texto, en el que todos los personajes interpelan al espectador contemporáneo buscando comprensión. «Tiene muchas lecturas: hay dos familias acaparando todo el poder de una ciudad; hasta ahora, en este país, había dos partidos...», ahonda el autor, quitando una de las capas de su revisión. «Siempre vamos a la historia trágicorromántica, pero hay asuntos como la ambición, la manipulación, la fragilidad de los jóvenes abandonados o la inoculación del odios», diserta el dramaturgo.

Al final de la obra, advierte Sáiz, no hay sentencia firme para los personajes, puesto que el objetivo es que ese juicio se quede dentro de cada uno. Pero más allá de la aristas que ofrece la obra, está el espectáculo arcaico de ver a un solo actor cambiando de piel en cada escena. «Hago hasta tres personajes a la vez y tienes que ser muy sutil, apenas con un cambio de tono», explica el intérprete, consciente de que la obra demanda que el espectador «realice un viaje» de fe de una hora. «Es para valientes con curiosidad», admite Sáiz.

Pese a que es el único sobre el escenario, hay un equipo de diez personas que han dado forma y atmósfera a esta recreación de la tragedia clásica. Los «valientes», como los llama Sáiz, pueden reservar la entrada en sextoderecha.com, una alusión a la cuna de este proyecto. «Decidí hacer la obra de esta manera por una cuestión de dignidad, por defender el derecho al trabajo sin vasallajes», sella el actor. Un dardo más de un montaje que dispara en todas las direcciones.