Picasso sostenía que el arte es una mentira que cuenta la verdad. Un aforismo vigente en la sociedad digital donde el «fake» a veces es más rápido que la realidad. El «fake» («falso» en inglés) forma parte de la historia del arte, pero su explosión en el mundo de internet hace que se aplique a cualquier tipo de falsificación. Un formato que muchos artistas usan para denunciar ahora la masiva manipulación de lo real.

El IVAM inaugura el jueves la exposición «Fake. No es verdad, no es mentira» en la galería 7, donde repasa algunos de los camuflajes, infiltraciones y sabotajes de artistas internacionales, desde que Orson Welles hiciera creíble un ataque marciano para denunciar —hace ya setenta y ocho años—, el poder manipulador de los medios. La muestra comisariada por Jorge Luis Marzo reúne 44 obras de 50 artistas y colectivos. Marzo es historiador del arte, profesor de BAU Centro Universitario de Diseño en Barcelona y un gran teórico del «fake». El comisario mantendrá una conversación antes de la inauguración con Joan Fontcuberta, premio Nacional de Fotografía y profesor de Comunicación en la Pompeu Fabra.

«El 'fake' es una manera de actuar del arte contemporáneo y del activismo político», dice Fontcuberta. «Una de las formas que puede adoptar el lenguaje artístico contemporáneo, que consiste en cuestionar los sistemas de supervisión de cualquier institución o plataforma», añade. Y pone como ejemplo la política, la ciencia, los medios de comunicación o el sistema académico. De manera gráfica, para Fontcuberta el «fake» sería una «voz de la conciencia», «una manera de bajar los humos de toda forma dogmática de relacionarse con la ciudadanía».

Como la realidad supera a la ficción —«Oscar Wilde no ha parado de tener razón desde el siglo XIX», ironiza—, Fontcuberta mantiene que la ficción no se debe entender como antítesis de lo real, sino de estructurar una manera de nuestro propio modelo de lo real.

«Como la realidad es más compleja e inexplicable, las ficciones —sean literarias, televisivas o artísticas—, nos ayudan a encontrar un camino en el laberinto de la realidad». Ante la imposición del «fake», a su antónimo le queda la misión de trabajar con rigor, mientras tanto el «fake» se convierte en una vigilancia activa. Con semejante panorama: ¿quién asume la autoridad ecuménica sobre lo verdadero o lo falso?

«No hay verdades»

La respuesta va en función de las adscripciones filosóficas, para Fontcuberta, adscrito a la racionalidad formulada en el siglo XVII por Descartes y Montaigne, donde la duda es la herramienta intelectual que construye el sujeto, «no hay verdades, hay puntos de vista», «un sistema de verdades provisionales». Aunque sólo es uno de los artistas que participa, Fontcuberta considera «muy valiente y arriesgada» la exposición del IVAM, porque el «fake» incluso cuestiona la propia autoridad del museo.

Fontcuberta expone una instalación de su serie «Fauna», que junto con Pere Formiguera se vio en el MACBA. Una colaboración que ambos iniciaron en 1984 en torno a un catálogo de plantas inexistentes. Fontcuberta realizaba la parte fotográfica y Formiguera, escritor y fotógrafo, la literaria. Querían rebatir el tópico, tan consolidado, de la capacidad de verdad del documento fotográfico. Tras esta primera colaboración, quisieron ir más allá, indagando los límites, no siempre claros, entre realidad y ficción, entre lo natural y lo imaginario. Un año después, el 1985, empezaban a trabajar en el proyecto «Fauna».

Virtualidad

Además de la instalación de Fontcuberta y Formiguera, el IVAM mostrará a artistas que se inventan a otros, al mismo tiempo que ridiculizan los discursos de la excelencia cultural. Documentales que aparentan realidades objetivas y que ponen en solfa los recursos periodísticos; performers que impostan roles para hacer saltar por los aires la certeza de lo que vemos u oímos; artistas digitales infiltrados en los juegos de guerra para cortocircuitar las expectativas de los usuarios; exposiciones falsas presentadas en museos icónicos de la verdad académica y que acaban exponiendo la ficción y fragilidad de su poder.

Una exposición que recuerda que el «fake» es también un formato inherente al propio discurso del poder, motivo por el que la muestra «Fake. No es verdad, no es mentira» exhibirá algunas de las más notorias y terribles falsificaciones promovidas institucionalmente. Porque la guerra de las imágenes se dirige a establecer cómo debemos creer.