­Sólo pudo escribir una novela en su vida. Josep Bertomeu era visto como el librero empático y afable que soñaba con ser escritor, y ciertamente lo consiguió. El escritor falleció el pasado sábado a los 66 años como consecuencia de un cáncer de garganta que le fue diagnosticado hace pocos meses. En febrero presentó su novela debut, Capvespre, que contaba con el prólogo escrito por su querido amigo Rafael Chirbes.

Éste se refirió entonces a ella como una «novela fundamental para entender la formación de la clase intelectual y política del país». « Es la obra contemporánea de Valencia que al menos yo echaba en falta», aseguró el escritor de Benitatxell en Capvespre. Esas serían las últimas palabras publicadas por el autor de Crematorio, en homenaje a una amistad que comenzó ya en la juventud, aunque la conexión intelectual llegaría años después en el seno de una librería. Pues si algo fue Bertomeu fue librero y consejero. En su librería de Dénia, los dos autores intercambiaron impresiones durante tres décadas, antes de que Bertomeu la cerrara para opositar a bibliotecario. El escritor era asiduo a las tertulias literarias de la cafetería Haití de la localidad de La Marina, junto a Ricard, propietario del local, Rafael Chirbes o Josep Hilari, quien murió poco después que el escritor de Benitatxell. Allí, se hablaba de literatura, gastronomía y sobre todo política, mucha política.

«Chirbes era un gran consumidor de libros, por lo que pasaba muchos ratos en la librería», comenta Manolo Micó, sobrino del escritor fallecido en 2015, que estuvo al lado de Bertomeu cuando este decidió «lanzarse al vacío» y publicar. De hecho, la obra llevaba décadas escondida en el cajón de su escritorio, debido a las dudas y a la indeterminación propias de quien se aventura a escribir una novela.

Capvespre vio la luz con un buen padrino y con el reconocimiento de la crítica, pese a ver a priori en Bertomeu un librero con una mera aspiración de escritor. Hacía solo un mes que Bertomeu se había jubilado cuando publicó la novela, que narra los pasos de unos jóvenes antifranquistas a finales de los 60, que deben lidiar sus aspiraciones políticas con los problemas que conlleva la madurez y la responsabilidad. Un retrato „tal vez„ de sí mismo. «He leído la novela con melancolía, con una media sonrisa, y no pocas dosis de vergüenza. Así fue ese tiempo, así éramos nosotros. Novela de un tiempo, de una juventud atormentada, y también de una ciudad», aseguraba Chirbes, quien señalaba influencias de Julio Cortázar y Dos Passos en la novela. Puede que el autor de Benitatxell ejerciera influencia literaria sobre Bertomeu, pero éste hizo una de las cosas que no se atrevió a hacer su compañero de tertulia: escribir en valenciano.

Hijo de padre socialista y padre anarquista, Bertomeu estudió Magisterio en la escuela de Monteolivete en Valencia, donde „como era natural en la época„ el valenciano estaba proscrito al ámbito doméstico. Tras una corta experimentación en el ámbito docente, el autor decidió abrir una librería en 1974 para saciar su sed literaria, y así impregnarse del ambiente que pensaba encontrar en las escuelas.

Cerraría finalmente en 2005 para transformarse en un funcionario de la Biblioteca Municipal. Ese puesto le posibilitó relacionarse con la literatura a otro nivel, pues durante un año trabajó en el Archivo Municipal del consistorio, donde estudió valenciano en más profundidad. Sus nuevos conocimientos le animaron a aventurarse en crítica literaria en revistas como Caràcters, L´Aiguadolç, Espai del Llibre, Aguaits i L´Espill.