Lo tienen. Lo que Vicent Ros quería decir cuando hablaba de abrir el Palau de la Música a nuevos estilos y públicos era exactamente «James Rhodes» (Londres, 1975). El auditorio subió hace unos días, casi de manera clandestina, una cita fuera de temporada: «26 de noviembre. 19:30. James Rhodes, piano. Autor del libro autobiográfico Instrumental». La escueta nota presenta a un tifón mediático, una figura en la que es imposible desligar su técnica con el instrumento del carisma que irradia la puesta en escena de rockero descontextualizado y, sobre todo, una apabullante biografía.

Rhodes ganó un largo litigio en 2015 que mantenía sus memorias cautivas en un cajón por contar sus vivencias con un lenguaje que podría herir a su hijo: en el libro, Rhodes relata que fue violado de pequeño y que no pocas veces ha pensado en suicidarse. La publicación de Instrumental: a memoir of madness, medication and music (Blackie books), fue para él una liberación. Para el resto del planeta supuso un estallido nuclear, con su onda superventas en la vertiente editorial y la propagación del fenómeno musical hacia los rincones aún al margen del fenómeno „ya era una estrella antes del libro„. Un detalle más aliña un relato irresistible para los escribas del pop: se trata de un músico clásico que ha seducido a la todopoderosa Warner.

El nuevo director del Palau de la Música es, lo confiesa, otra víctima del carisma imantado de Rhodes. Leyó su autobiografía y ha devorado algún documental más sobre su figura; lo ha visto y escuchado y declara que es «fantástico» para el «nuevo proyecto» del auditorio. Pese a que la temporada ya estaba presentada, Ros contactó con sus agentes en España, donde está de gira, para uno de esos huecos del calendario del auditorio. Pese a que al principio resultaba imposible cuadrar fechas, la anulación de otro recital jugó a favor de las aspiraciones del responsable del Palau.

En sus conciertos, en los que se mezclan habituales de la música clásica con el perfil de gente «en vaqueros» que persigue el nuevo equipo del Palau, Rhodes intercala sus temas con un monólogo alrededor del mismo. «Es casi tan importante lo que cuenta que lo que toca», explica Ros, motivo por el que aún queda por cerrar si habrá un traductor, pese a que su agencia subraya que habla «un inglés muy accesible». Ese fleco es el que falta por cerrar para sacar a la venta las entradas „estiman que estarán en una semana„ de un espectáculo del que esperan agotar los billetes con facilidad.

Quienes le han tratado profesionalmente describen a un hombre «cercano, fantástico», al tiempo que reseñan su vocación de «divulgador», que lo aleja del perfil de genio ensimismado. Una estrella locuaz de brillo desaliñado llega al Palau.