La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos inauguró ayer el nuevo curso académico 2016-17 en el museo antes conocido como San Pío V. Lo hizo con el discurso del compositor Luis de Pablo Costales (Bilbao, 1930), quien expuso su conferencia Lengua, poesía y música.

Para el veterano músico, existe un parentesco entre las tres ramas. Eligió la temática «egoístamente» porque «en mi evolución como artista, aunque la música es lo que más me ha movido, la poesía ha tenido mucha importancia. A pesar de no haber sido poeta. Y las lenguas siempre me han atraído por su sonoridad, por su riqueza fonética».

No obstante, el miembro de la Academia de San Fernando asegura a Levante-EMV que «música y poesía son hermanas pero no siempre van juntas; lo cierto es que les une una especie de parentesco». Al respecto, señala que «la poesía nos permite expresarnos a través de una lengua y también entra en el contenido musical». «Hay cantidad de obras musicales que tienen el diálogo con un texto», matiza.

Sobre el reciente Nobel de Literatura, que ha recaído sobre el músico Bob Dylan, el compositor prefiere no pronunciarse y recomienda lecturas como los textos de Luis de Góngora o Antonio Machado.

Su amor por la música „recuerda„ comenzó desde bien pequeño. «Me interesé por la música desde que me empezaron a salir los dientes», dice entre risas. Pero no fue hasta los seis o siete años cuando se puso a estudiarla formalmente. Hay quien asegura que a los 12 años compuso su primera obra, aunque él sostiene que «la primera obra que guardo como decente fue más tarde». «En casa había bastantes placas „lo que antes eran discos, vinilos, después cedés„; a mí me gustaba toda la música», rememora.

Compositores «milagro»

Precisamente al volver a su infancia y su pasión desde entonces por la música, lamenta que esta «para nada está instaurada en los planes de estudios; es como dicen los castizos, la Tomasa en los títeres. En la educación, en general, no figura. Gente supuestamente muy formada puede morirse sin haber pisado nunca una sala de conciertos», lamenta.

A esto añade: «Que en España se produzcan compositores hay que atribuirlo a un milagro y hay muy pocos. España no es un país musical, pero lo ha sido en el pasado lejano, en lo que hoy es clásica y en la popular porque en cualquier rincón de España había música hecha por la gente de cada lugar. Ahora no porque los chavales se van a Alemania», lamenta. Además, «la autoridad competente ha hecho todo lo posible por cargarse la sensibilidad musical», critica.

Autor de bandas sonoras de reconocidas películas como Crimen de doble filo (1964), de José Luis Borau, La caza (1965), de Carlos Saura, o El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, asegura que esta música para la gran pantalla la ha hecho «fundamentalmente para ganar un poquito de dinero. Aunque alguna la he hecho muy a gusto», explica con cierta sorna.

Además de bandas sonoras es autor de un prolífico repertorio: música de cámara, para orquesta, vocal, solista y hasta ópera. Sobre el bel canto sostiene que «algo está cambiando». «En el siglo XIX, en España, la ópera existía para un grupo reducido de personas; fuera de España y antes, era para la corte», explica. Pero para acercarse a la ópera o a cualquier estilo «no hay que ser experto». «Para apreciar la música no hace falta preparación, sino educación», afirma tajante. «Y no es cuestión de rebajar precios, sino de inculcar hábitos». «La educación consiste en dar una oportunidad a aquello que creemos que es válido». «Y es evidente que nuestros queridos (irónicamente) gobernantes quieren un pueblo de analfabetos para ellos hacer lo que quieran».

Licenciado en Derecho [«aunque si tuviera que defender a alguien lo meterían en la cárcel seguro», pues nunca ha ejercido, dice], hace gala de un fino humor a sus 86 años. Cuando se le pregunta sobre qué gran obra le hubiera gustado componer responde sin titubear: «las mías». «No porque sean las mejores „aclara„, sino porque son las que he querido hacer. Es como si me preguntan con quién me hubiera gustado casarme. Tengo que decir que con mi mujer», asegura entre risas. «Ni con Marilyn Monroe».

Es, además, vecino del también músico Joaquín Sabina, aunque no lo ve mucho por el edificio. «No sale mucho, pero cuando nos vemos no hablamos de música». Asegura que el artista de Úbeda ensaya en su casa, pero, que apesar de todo y al estar su casa tan insonorizada «por fortuna» no lo oye.

Sin «síntomas» de abandono

En cuanto a próximos proyectos explica que su amigo el violinista italiano Francesco D´Orazio lleva tiempo detrás de él para que le componga una obra y, por fin, se ha puesto manos a ella. «Es un solo para violín que está quedando bastante majo», dice con un acento que de repente de hace notar más norteño.

Sostiene que los músicos no se jubilan «salvo que les caiga un pedrusco encima». En su opinión, es algo «vocacional, como un pintor, casi como un médico y yo„continúa„ no tengo síntomas de dejar la profesión».