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Crítica musical

Brillante Strauss de Yaron Traub

Obras de Paganini y Strauss

palau de la música (valencia)

Int: Orquesta de Valencia. Director: Yaron Traub, Ning Feng (violín).

Como regalo de boda, Richard Strauss compuso a su esposa, la soprano Pauline de Ahna, el lied Morgen, quizá la más hermosa canción de amor jamás escrita. Años después, volvió a dedicarle a ella y a su hijo Franz, su magna Symphonia Domestica Op.53. Gesto que enmarca la trascendencia del entorno familiar en su universo artístico.

Para iniciar la temporada, el maestro Yaron Traub no se ha andado con bagatelas: nada menos que ese gran poema tonal del músico bávaro. Dirigido de memoria, abruma por el entramado instrumental de una nutridísima plantilla de madera y metales, una rebosante sección de percusión además de dos arpas y, por supuesto, los 62 músicos en las cuerdas, sabiamente orquestadas. Strauss otorga al sonido grave y noble del cello el honor de iniciar la sinfonía. Esa querencia ya se manifestaría, aun adolescente, con la Sonata Opus 6, y más tarde revalidada en su Don Quixote y en su ópera Salomé, que bien podría Traub llevarla a Les Arts...En la Doméstica, el compositor no recita sino que describe el mosaico familiar en temas que identifican con verdadero mimo a los 3 personajes.

La obra le va a la personalidad de Traub. Y lo sabe. De ahí que aproveche, sin aspavientos pero convencido, las diferentes tensiones, la escalada de matices, las audacias armónicas y el generoso surtido de timbres y texturas para conformar una versión entregada y grandiosa pero, sobre todo, dominada en su concepción. Cuentan que para el estreno de su Sinfonía en el Carnegie Hall de Nueva York en 1905, Strauss se quejaba de haber tenido sólo 15 ensayos. Así es la complejidad de la obra que los profesores (¿y profesoras?) de nuestra orquesta afrontaron sin complejos, con templanza y aplomo en todos y cada uno de sus múltiples solos o intervenciones puntuales. Dudo que haya en estos momentos una orquesta española que pueda superar lo escuchado el viernes.

El concierto contó con Ning Feng (Chengdu, China, 1981) y su Stradivarius de 1721 para deslumbrar interpretando el efectista Concierto nº 1 para violín, de Paganini, solo apto para virtuosos como él que puedan tocarlo sin el menor escollo técnico para salvar la suerte de piruetas y triples saltos mortales embozados en la partitura. Gran ovación y por ello regaló dos bises: otro fragmento de Paganini y un arreglo sublime del Capricho árabe de Francisco Tárrega con el que, sencillamente, enmudeció a todo el auditorio. Velada difícil de superar.

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