Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Arturo Pérez-Reverte: "Si hubiese seguido de reportero estaría en Irak. Nunca me hubiese ocupado de Trump"

«Contar una historia es un trabajo metódico, un esfuerzo de meses y, además termina uno agotado»

Arturo Pérez-Reverte: "Si hubiese seguido de reportero estaría en Irak. Nunca me hubiese ocupado de Trump"

Presenta «Falcó», la historia de un aventurero de los años 30, ¿cómo fue el proceso de creación de este personaje?

Escribo desde hace treinta años y soy un escritor profesional y esta es una novela más de las que escribo y cada una me lleva entre un año y dos años de trabajo. Es un espía que se mueve en la Europa de los años 30 y, en este primer episodio, se mueve en el escenario de la Guerra Vivil española. No es una novela sobre la guerra, no pretende ni explicarla ni debatirla sino que la utilizo como fondo para una novela de personajes, de espías.

¿Por qué esa decisión de no profundizar en la guerra pero sí utilizarla como ambientación de la novela?

Porque soy novelista, no un historiador. No tengo ninguna obligación de debatir ni de explicar nada. Yo cuento una historia y es el lector quien debe moverse por ella y sacar sus conclusiones. Yo no tengo ninguna misión apostólica ni educativa ni didáctica, solo narrativa.

¿No hay una deuda histórica con ese periodo, no de los escritores de ficción en particular, pero sí de la sociedad española?

Eso no es asunto mío. Yo no intento cubrir una necesidad de la sociedad ni intento cubrir un hueco. Cuento una historia nada más. Esa historia transcurre en un mundo y no tengo por qué explicarlo. No me mueve un afán didáctico ni social.

¿Y cómo es Lorenzo Falcó para que decidiese cambiar la idea inicial de hacer solo una novela con él a convertirlo en el protagonista de una serie de libros?

Es un tipo elegante, guapo, amoral, simpático, encantador, un canalla sin escrúpulos que, además de torturar y de matar, es un espía que trabaja para los servicios de inteligencia de los años 30. Lo he pasado muy bien con la historia, porque ha sido sumergirme en la ropa, en las costumbres, en la música... Lo he pasado tan bien que decidí hacer varias novelas porque quiero prolongar el placer de escribir sobre esa época.

¿Y también ver cómo evoluciona con el paso de los años?

Claro, porque ese periodo, el de los años 30 y 40 ofrece muchas posibilidades. Era una Europa muy convulsa, muy agitada, con los fascismos, los comunismos, los socialismos, el nazismo, la Guerra Mundial a punto de estallar, la española ya en marcha. Es un escenario tan rico de posibilidades, tan lleno de sucesos y episodios, que me pareció interesante dedicarle algunas novelas para mover a mi personaje.

Para época convulsa está también la actual, Trump acaba de ganar las elecciones en Estados Unidos.

Como ciudadano sí me interesa la época actual, pero ahora estoy puesto en modo novelista. Ahora el presente no existe para mí.

¿Y cómo se puede abstraer de la realidad?

Me abstraigo con disciplina y con mi trabajo, que es bastante absorbente e intenso. Cuando escribo no estoy pensando en Rajoy ni en Trump, pienso en mi novela.

Pero es inevitable preguntarle por este tema.

Pero yo puedo evitar contestar. Usted cumple con su obligación y yo cumplo con la mía.

Claro. ¿Está trabajando ya en la segunda parte de «Falcó» o publicará otras obras antes de seguir con este personaje?

No, ya la he empezado, estoy trabajando en ella y, en cuanto pase todo este periodo de entrevistas y de promoción, que es inevitable, porque se publica tanto, hay tanto ruido que ahora es necesario acompañar un trecho los libros para que lleguen al mayor número de gente posible.

¿Le interrumpe en el proceso creativo hacer promoción de sus obras?

Escribo todos los días. Esto es un trabajo, no es un arte. Yo soy un escritor artesano, no un artista. Cuento una historia y voy empleando días como el que va a una oficina o a un trabajo rutinario. Dedico a escribir ocho horas de trabajo y, cuando no puedo más, voy a navegar y sigo. Cada día hago tres o cuatro páginas y poco a poco voy sumando. Yo me levanto para trabajar, no para hacer arte. Es un trabajo rutinario, muy satisfactorio, que me gusta mucho pero tiene una parte fundamental de disciplina. Siempre he dicho que a un novelista profesional las musas tienen que encontrarle trabajando, así son mucho más rentables y útiles.

¿Las musas todavía existen?

Sí, hay momentos dulces, de inspiración, en los que uno se da cuenta de que ha descubierto una buena historia, una buena peripecia o personaje, pero no es todo el tiempo. Contar una historia es un trabajo metódico y sistemático, no es un arrebato narrativo, es un esfuerzo de meses y, además, termina uno agotado.

¿Es un vestigio de la práctica periodística eso de levantarse para escribir?

Sí, pero siempre he dicho que, si detrás de una novela se ve a un periodista es una mala novela y, cuando se ve a un novelista en un artículo de prensa es un mal artículo. Son dos géneros diferentes y hay que mantenerlos lejos. Lo sé porque he practicado los dos. El periodismo me dio una ventaja, la capacidad de obtener información con rapidez, analizarla, documentarla. Esa fase previa de distinguir lo importante de lo que no lo es, de seleccionar materiales con eficacia se la debo al periodismo.

En un medio digital le ponían como exponente de la «prosa cipotuda»...

No leo periódicos digitales, estoy demasiado ocupado con mi trabajo. Tengo otras cosas que hacer que me importan mucho más.

Y con 30.000 libros en su biblioteca supongo que tiene otro tipo de lecturas.

Ahora habrá alguno más. A mi edad, una biblioteca es el resultado de una vida. Son libros heredados de mi familia, otros comprados por mí. Los tengo clasificados por materia. La mayor parte, unos dos tercios son libros de historia, clásicos griegos y latinos, que son los que más frecuento. Hay literatura moderna, pero muy poca. Es una biblioteca viva, me muevo en ella y cuando estoy escribiendo recurro mucho a los libros que tengo. Yo soy muy poco de internet, lo uso, pero de manera puntual, para cosas concretas, prefiero navegar por mi biblioteca que por internet. Prefiero el Espasa o la Enciclopedia Británica a la Wikipedia. Es más divertido.

Pero más lento.

Yo no tengo prisa. A veces la rapidez es un enemigo de la cultura. A veces vamos a lo superficial porque es más rápido y no profundizamos y nos quedamos con clichés.

¿En días como el de hoy [por ayer] no le pica el antiguo gusanillo del periodismo?

Si hubiese seguido de reportero estaría en Irak, no en Washington. Cuando veo cosas en Alepo o en Siria, sí, pero nunca me hubiese ocupado de Trump.

Compartir el artículo

stats