De oídas suena a una especie de antiguo rito maya, aunque su procedencia se encuentra a miles de kilómetros de distancia, concretamente en el Pacífico. PechaKucha, que significa «cháchara» en japonés, es la iniciativa de promoción empresarial de origen nipón que desde 2003 corre como la pólvora entre los colectivos de diseño, arquitectura e interiorismo de todo el mundo. Y lo hace de forma vírica, pues ya hay 900 ciudades que se han acogido a esta clase de encuentro multidisciplinar, y Valencia y Castelló, se encuentran entre ellas como sedes fijas. La Rambleta acogió ayer el último PechaKucha del año —su edición número 23—, y el próximo viernes le tocará el turno a Castelló, en el centro artístico La Bohemia y de la mano de la organización la Exprimidora.

«El objetivo es poner en contacto a artistas y creativos, y buscar las sinergias entre el mundo del diseño. Aunque también tratamos de entretener al público», señala Paco Ballester, encargado junto a Tomás Gorria de la organización de las «pechakuchas» valencianas. Los dos forman parte del colectivo DissenyCV, desde el cual tratan de difundir los trabajos de diseño que llevan el «made in Valencia». Hace un año que este tándem de periodistas se encargan de este encuentro en el cap i casal, después de que La Mamba, una empresa de diseño gráfico de la ciudad, les pasara el relevo tras cuatro años.

«Es un acto lúdico, y sobre todo muy dinámico», avisa Ballester, ya que la iniciativa se plantea como un reto para los diez creativos que participan. Disponen de tan sólo 20 segundos para presentar cada una de las 20 diapositivas que conforman la presentación de su proyecto profesional ante la audiencia. Eso sí, ninguno de ellos deben de hacer «autobombo» de su marca. «¿Por qué hacerlo de este modo? Porque los artistas hablan mucho», asegura la organización internacional de estos encuentros. «El evento pone el foco en el público, ya que pueden hablar, a la vez que obtener inspiración. La idea es presentar un amplio abanico de la creatividad valenciana», apunta Ballester, quien asegura que entre los asistentes figuran no sólo estudiantes de diseño o arquitectura, sino también curiosos y profesionales con una trayectoria consolidada, como es la del valenciano Ignacio Lavernia, Premio Nacional de Diseño en 2013.

La próxima edición, en febrero

Rambleta ha contado en esta ocasión con una selección heterogénea de profesionales. Uno de ellos ha sido Pascual Timor, artista y vicerrector de la Escuela de Arte Superior de Cerámica de Manises, que detalló los retos del centro después de cumplir su centenario; o Dexde, la organización sin ánimo de lucro creada por los diseñadores valencianos Jordi Alberola, Inma Bailén y Pilar Alberola, que presentaron un concurso para llevar a cabo un proyecto de desarrollo social en comunidades del Tercer Mundo.

Una de las presentaciones que más expectación despertó fue la de Gabriel Songel, el catedrático de Diseño Industrial de la Universitat Politècnica de València, que analizó el diseño del Santo Cáliz custodiado en la Catedral de Valencia. Otra de las más esperadas fue la de Ramón Esteve, el arquitecto valenciano que encabeza el proyecto «La fabricación en interior», en el que hace un recorrido por diversas obras de autores «imprescindibles» para entender la historia del diseño y la arquitectura moderna, con el objetivo de analizar la interacción del mobiliario y la arquitectura. Estas obras son las del barcelonés José Antonio Coderch, o las del navarro Rafael Moneo Vallés —Premio Nacional de Arquitectura 2015—.

La próxima edición del PechaKucha se celebrará entre febrero y marzo, aunque todavía no se ha concretado su sede. El arquitecto Jaime Sanahuja —Premio Porcelanosa 2016— es uno de los que ya han confirmado asistencia para la edición número 24, aunque los organizadores avisan: «Todavía es muy pronto», añade Paco Ballester, que confiesa además que la organización sueña con la participación de profesionales como el dibujante Paco Roca o Jaime Hayón, el encargado de la renovación estilística de Lladró.