Entrando en la Nau, a la derecha, Valencia, capital de la República, la exposición. A la izquierda, L´embruixat, de Valle Inclán. En el claustro, la estatua de Lluís Vives, el humanista. Y en el Paraninfo, el escritor, traductor y antropólogo Joan Francesc Mira (Valencia, 1939), que ayer recibía la Medalla de la Universitat de València en un acto académico que contaba con la presencia de todo el equipo rectoral y una nutrida representación de profesores de distintas disciplinas, así como con el presidente de la Academia Valenciana de la Llengua, Ramon Ferrer; los directores generales de distintas áreas, el exalcade Ricard Pérez Casado, los exrectores Ramon Lapiedra o Francisco Tomás o el profesor Albert Hauf, entre otros muchos.

En lo alto del salón, el lema Ameu saviesa e bon saber, apres deu. Una frase que coronaba el reconocimiento a Joan Francesc Mira, un científico social cuya vida y obra, en la intersección de su propia experiencia, atraviesan transversalmente la antropología y la literatura, el compromiso cívico y político con la etnología y, en la constante, sus clases de griego.

La apertura del acto corrió a cargo de su colega Josepa Cucó, en una laudatio que recorrió la trayectoria de Mira desde los sesenta del siglo pasado. «Mira es de los que van por delante en su objetivo de recobrar y difundir la cultura popular valenciana en su compleja diversidad. Un personaje capaz de situarse en el mundo y tomar parte activa como protagonista para intentar transformarlo». Y en su relato de cómo fue creador del Museu Valencià d´Etnologia, recordó cómo se recorrió el país «quitando la carcoma a la madera y el óxido al hierro». Su recomendación: «leer sus escritos en clave antropológica».

Como Ulises

Joan F. Mira habló desde «un sentimiento de paz después de un camino de más de 50 años». Como Ulises, dijo. Su lectio la tituló Sobre antropologia i literatura. Aunque podría haberla llamado La antropología como narrativa y la narrativa como antropología, una investigación como corresponde a su oficio. Se remontó al padre Herodoto para hablar de «la narración indirecta o directa sobre las formas de vivir y ver la vida, sobre los mundos que los humanos hemos construido. Y eso es también la historia de la literatura», a la que reconoció su pretensión estética, lo que se dice, cómo se dice y para qué, aunque sin confundir «el tema y el propósito».

Según Mira, «la antropología debería ser alguna cosa más que observación e interpretación descarnada, y la literatura, puede ser mucho más que pasatiempo, pero seguramente es el escritor quien mejor que otros artistas tiene los medios para penetrar e interpretar las vidas de la gente. El antropólogo no puede inventar». Si bien, citando a Geertz, señalaba que «con lo que cuenta es con su circunstancialidad. «Para el escritor, la libertad es completa», dijo. Y comparó a Stendhal con J. W. Fernández; la novela Rojo y negro con los estudios del norteamericano sobre las montañas de Asturias. «Los dos tratan de esa mirada a la oscuridad al fondo de la escalera, que está en el centro de la experiencia humana».