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Entrevista

Roberto Abbado: "Aprender a escuchar es lo más grande que nos puede enseñar la música"

«El balance de mis dos años en Les Arts es muy positivo, de cara al futuro creo que en Valencia deberíamos trabajar todos más juntos»

Roberto Abbado: "Aprender a escuchar es lo más grande que nos puede enseñar la música"

El director musical del Palau de les Arts Roberto Abbado se disculpa por llegar «unos minutos tarde» a esta entrevista. Tan solo unos pocos. Se le perdona por su sonrisa franca y elegancia italiana. De familia con larga tradición musical (nieto del violinista Michelangelo Abbado, hijo del pianista y compositor Marcello Abbado y sobrino del laureado director Claudio Abbado), asegura que la música no le sedujo hasta pasados los 15 años. Ahora dice estar «enfermo de amor» por ella. Una pasión que hoy lleva a Abbado (Milán, 1954) a ponerse de nuevo al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Lo hará con I vespri siciliani, de Giuseppe Verdi, título que supone el comienzo a la temporada lírica en el coliseo valenciano.

En la presentación hace unos días de este título, tanto usted como el director de escena e intendente de Les Arts, Davide Livermore, aseguraron que no debemos perdérnosla. ¿Por qué?

Es una de las óperas mas bonitas de Verdi, aunque se conozca menos. Esto se debe a que es muy difícil: los papeles de los cantantes son muy complicados técnicamente. Hay también un gran papel del coro y cuenta con bailarines.

Suena muy arriesgado.

El riesgo ya lo tomó Verdi al componerla. Es una ópera con mucha fuerza. Si Verdi fuera un pintor, después de haber pintado obras de pequeño o medio tamaño, más centradas en la psicología, esto sería un gran fresco histórico. Además, con ella busca elementos estructurales, una nueva manera de componer melodías.

Pero, ¿reconoceremos a Verdi?

Sí, no hay ninguna duda. Sin embargo, es un Verdi más moderno, por la fecha de estreno, en 1855. Además, en Verdi hay temas que se desarrollan en toda su obra, como el amor, que en la mayoría de los casos no es de pareja, sino el amor a la patria, y el que existe entre un padre y un hijo o hija. En I vespri siciliani, un padre busca a su hijo que no sabe dónde está y lo reencuentra entre los enemigos.

También es un reto para la Orquestra de la Comunitat.

Es una gran orquesta, de las más grandes de Europa y del mundo. Tocar esta obra es un reto. El papel de la orquesta es muy importante. Verdi quiso mostrar su conocimiento de la armonía al público francés, considerado el más exigente en el mundo de la ópera.

La temporada empieza fuerte. ¿Es una declaración de intenciones?

Digamos que I vespri siciliani es un titulo que tiene ambición.

¿Es buen titulo para aficionarse a la ópera?

Sí, porque es muy espectacular, con dramaturgia fuerte; no falta tensión dramática y musical.

Usted inaugura y cierra temporada con «Tancredi», de Rossini, y también siciliana.

Sí. Ha sido solo cuestión y casualidad de calendario.

¿Cómo lleva la «bicefalia» en la dirección musical de Les Arts con el maestro Fabio Biondi?

Trabajar con Biondi es fácil. Estamos muy de acuerdo y la relación es muy buena. El intendente-director artístico propone títulos y nos ponemos de acuerdo.

¿Y cómo es el día a día con el intendente-director artístico, Davide Livermore?

Es una fortuna tener un intendente que es un artista. Es creativo y tiene experiencia en toda la materia de teatro y ópera. Ha sido muy buen cantante y ha hecho de todo y desde cero. No es solo un gestor.

En esta temporada se pone al frente de dos óperas del siglo XIX. ¿Echa de menos el siglo XX, que ya dirigió en la temporada anterior?

No. La temporada pasada acabé con Sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten. Fue mi primera experiencia con una ópera de Britten y fue fantástica.

Les Arts no es una «plaza» muy habituada a títulos del siglo XX. ¿Cómo sintió la respuesta del público?

Fue muy buena, pero nadie podía saberlo antes.

Para que el público vaya más a la ópera, ¿hay que programar título más «comerciales»?

Se debe programar lo que ya se conoce y lo que no. Siempre y cuando tengan interés. El público se puede sorprender.

La «pregunta del millón» es cómo acercar el género al gran público.

Lo más importate es poner atención en la educación musical en la escuela. En Italia no se hace o muy poco, y eso que es el país de la ópera. Además, tenemos buenos músicos pero hay que tener cuidado para que no se pierda la tradición. La música es algo que se debe hacer, no solo estudiar en un conservatorio. Es importante que la actividad de los teatros continúe.

Hace años le ofrecieron la dirección musical del Liceu de Barcelona.

Hace muchos años, más de 30. Era muy joven. He dirigido muchísimo en Barcelona, tengo un recuerdo muy bueno de esos años. Entonces pensaba que me faltaba experiencia para un teatro tan importante.

¿Se arrepiente de haber dicho que no?

Arrepentirse no sirve para nada. La vida sigue, nunca va para atrás. Ahora es distinto. Tengo una carrera.

¿Le pesa el apellido?

Honestamente, sí y siempre será así porque es una gran responsabilidad. La tradición musical en mi familia empezó con mi abuelo y mi tío Claudio fue uno de los más grandes directores del siglo XX. Es un estímulo para estar concentrado.

¿Pedía consejos a su tío?

No he sido su alumno, pero he tenido la posibilidad de escucharle en muchos ensayos en la Scala de Milán. Hablaba con él, aunque él hablaba muy poco, pero muy claro. Era necesario poner mucha atención a las palabras que decía. Para ser buen director hay que hablar poco y escuchar mucho. Aprender a escuchar es lo más grande que la música nos puede enseñar.

A pesar de proceder de una familia con tanta tradición musical, su vocación fue más bien tardía...

Sí, es sorprendente. Casi fue al contrario. Quizás fue una reacción. Sin embargo, tuve una experiencia que me entusiasmó al dirigir un coro de niños. Tendría 15 años. Me gustó tanto que cambié mi proyecto. Me puse enfermo de amor por la música. Es un amor que continúa vivo y que siempre seguirá.

¿Tiene alguna manía cuando coge la batuta?

Soy un poquito supersticioso. Hay una ópera italiana muy conocida que —se dice— da mala suerte y nunca digo su título y que sí he dirigido, aunque no pasó nada (risas). Los británicos tienen una pieza de Shakespeare que consideran gafe y tampoco dicen el nombre. Además, tengo una superstición rusa que cuando alguien llega a mi camerino tengo que saludarle o dentro o fuera de la habitación, pero siempre en el mismo ambiente.

¿Tiene algún compositor predilecto?

El 30 de junio tenemos un concierto en el Palau de la Música, con un programa articulado en tres obras de tres autores distintos que me gustan mucho y que me gusta proponer.

Lleva casi dos años como director musical en Les Arts. ¿Que balance hace de este tiempo? ¿Qué cree que le queda por hacer?

El balance es muy positivo e interesante. Creo que en el futuro debemos trabajar todos más juntos.

¿Y la ciudad, la conoce a fondo?

Valencia me gusta muchísimo. Se vive muy bien. El clima es fantástico. Mis zonas favoritas son el centro, el Palau de les Arts y la playa. La gastronomía también me gusta. Me encanta la paella. Ya solo como paella de Valencia. Lo demás que se hace en otros sitios es solo arroz.

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