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Una vasta obra en dos tuits

Una vasta obra en dos tuits

«Vicente Blasco Ibáñez es un representante tardío de este movimiento. Sus principales novelas se ubican en las tierras valencianas, en donde los personajes de La Barraca (1898) o Entre Naranjos (1900) viven condicionados por un medio hostil y violento». Cuatro líneas a la cola del capítulo dedicado a «La narrativa realista» en un libro de texto de 272 páginas. Esto es todo lo que llegarán a aprender de Blasco Ibáñez la mayoría de alumnos de 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) si sus profesores de Lengua y Literatura castellana no van más allá de los manuales del nuevo currículo que marca la Ley de Mejora de la Calidad Educativa (Lomce). Un total de 39 palabras que apenas suman 250 caracteres, menos de dos tuits.

Ante este panorama no es de extrañar que a dos trimestres de coronar los 10 cursos de enseñanza obligatoria, a la primera generación de valencianos del siglo XXI (nacidos en 2001) Blasco Ibáñez les suene nada más que «por el nombre de las calles» o de los colegios. Dieciocho centros educativos de la Comunitat Valenciana, todos ellos públicos, lucen el nombre de este literato: son 16 escuelas y el instituto público de Cullera y en la capital del Turia el Centro Integrado Público de FP (CIPFP) de la avenida Regne de València. Muy lejos de Cervantes, cuyo nombre recuerdan 31 centros docentes o Ausiàs March (23), pero por delante de los poetas Miguel Hernández (14), Antonio Machado (5), Federico García Lorca (3) o Vicent Andrés Estellés (1).

La literatura castellana contemporánea se estudia unicamente en 4º de ESO y en 1º y 2º de Bachillerato. En el primer caso, del autor de Cañas y Barro (1902) apenas se habla unas pocas líneas y en el curso destinado a preparar el acceso a la universidad ni se le cita. «Blasco Ibáñez no está en lo que es el realismo puro del siglo XIX y en la literatura del siglo XX está oscurecido por las grandes figuras, sobre todo por los poetas, por lo que se queda un poco de lado», cuenta Eva Sánchez, profesora de Lengua y Literatura castellana en el Instituto de Educación Secundaria (IES) El Ravatxol de Castellar-l´Oliveral, dos Pobles del Sud de Valencia junto a l´Albufera.

El Ravatxol era el nombre de la barca-correo que hasta los años 50 del pasado siglo unía las casas y pedanías de la marjal que rodea a l´Albufera con la ciudad de Valencia a través del canal del Tremolar que pasa a pocos metros de este instituto. Un autobús fluvial en el que se llegó a subir el propio Blasco Ibáñez cuando se adentraba en el lago para en busca de inspiración para sus novelas y que aparece citado en varias de ellas.

Sánchez esta trabajando estos días con sus alumnos de 4º de ESO algunos textos de Cañas y Barro e incluso viendo fragmentos de la popular serie de TVE sobre esta novela que en su estreno en la Primera cadena en 1978 se convirtió en el segundo programa más visto del año tras El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente. En estos textos descubren la memoria de lugares muy próximos a ellos como la Devesa del Saler, el Perelló o el Palmar.

Hasta esta breve inmersión en el imaginario de Blasco Ibáñez al margen de las cuatro lineas del libro de texto, el autor valenciano era un gran desconocido para la gran mayoría de estos alumnos del IES El Ravatxol. «Nos sonaba por el nombre de las calles», dice una de las alumnas mientras el resto asiente. Sólo uno de ellos, Guillermo, que aclara que vive en Catarroja pero nació en Cuenca, conoce algo más. «Sé que fue un escritor vinculado a la historia de Valencia, que era republicano y periodista, y que llegó a fundar su propio periódico».

La profesora explica que en 4º de ESO los alumnos «sólo tienen tres horas a la semana de Lengua y Literatura castellana, y el peso de la lengua y la gramática es muy fuerte». A la menor presencia de la literatura, suma Sánchez que en el siglo XX «el tono costumbrista de las novelas de Blasco Ibáñez ya está desfasado, y los movimientos literarios más influyentes están por otras cosas más novedosas». De hecho, añade, al escritor valenciano en los libros de texto se le encuadra en la novela realista del siglo XIX de forma muy marginal «cuando debería estar con los autores el primer tercio del XX».

«Lo cierto es que es difícil de encasillar porque tiene rasgos costumbristas, que son previos a la novela realista», concluye. Y el tema dedicado a esta corriente literaria se centra básicamente en Leopoldo Alas Clarín, el autor de La Regenta.

Los currículos Lomce son vastísimos, y Blasco Ibáñez, que ya tenía poca presencia antes de la reforma educativa del PP en los temarios de Lengua y Literatura, ahora ésta se ha visto reducida al mínimo. Sánchez incide en que en 2º de ESO, donde el peso más fuerte también es el de la lengua, «se estudian obras monográficas de diversos autores como por ejemplo La casa de los espíritus de Isabel Allende, que tampoco digamos que es una gran novela y a Blasco Ibáñez ni siquiera se le nombra». ,

La profesora también les ha explicado a sus alumnos que en la chalé que tuvo Blasco Ibáñez en la Malva-rosa, reconvertido en museo, se guardan los carteles de las películas sobre sus obras que se rodaron en Hollywood en la década de los años veinte protagonizadas por Rodolfo Valentino, entre ellas Los cuatro jinetes del apocalípsis y Sangre y Arena.

Así, les explica que la influencia del literato valenciano ha sido más internacional, sobre todo en EE UU, que en España y Valencia. «La Barraca y Cañas y Barro, tuvieron una repercusión mundial que aquí no se vivió». «En Valencia -prosigue- la población culta eran precisamente los terratenientes que vivían en la ciudad de las rentas de sus tierras, que no veían de buen agrado que Blasco denunciara en sus obras las penalidades que pasaban los labradores que arrendaban sus campos». Para Sánchez, en el escaso eco local influyen «cuestiones políticas, pues el que fuera republicano no estaba bien visto».

Cuenta que leyó Cañas y Barro cuando tenía 12 años, y a partir de ahí le siguieron La Barraca y otros grandes títulos, pues sus padres tenían una edición de las obras completas de Blasco Ibáñez. «Soy de Madrid y nunca me imaginaba que iba a acabar aquí, tan cerca de los escenarios que leí de pequeña», concluye.

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