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Entrevista

Albert Boadella: "Siempre que he podido, he enfadado a todo el mundo"

«Soy un aventurero implicado en el mundo social y político, con bastantes rifirrafes y con una actitud polémica con la propia tribu donde nació»

Albert Boadella, en el escenario de los Teatros del Canal de Madrid, en la ópera «Don Carlo» Jaime Villanueva/tdc

Está ensayando en su enorme casa del Ampurdán su próximo estreno, «El sermón del bufón». Un montaje que proyectará los fragmentos más relevantes de sus obras con singulares reflexiones sobre la belleza y la trasgresión, los tabús de la modernidad, el estímulo que ejercen los enemigos o la realidad como supremo objetivo del arte. Durante la obra se verán imagenes de Gabinete Liberman, Vaya Día, Teledeum, La increíble historia del Doctor Floïd & Mister Pla, No-Do, La Torna, Virtuosos de Fontainebleau, Ubú President, El Nacional, Daaalí, Semos Europeos, Don Carlo, Omena-G, Una noche en el Canal, Amadeu y El Pimiento Verdi. Aunque está en Jafre, uno de los primeros municipios catalanes que se mostró partidario de la independencia, desde la otra parte del hilo telefónico responde el ocurrente y librepensador Boadella de siempre.

¿Nunca imaginé que acabaría predicando?

Uno siempre predica en el escenario, es el destino de mi oficio. Esta vez es una forma más directa y dando la cara. No escondido detrás de otros autores.

Seguro que si hubiera una iglesia de bufones sería el Papa.

Tengo una duplicidad entre la parte esencial del niño que hay en mi y la más madura, ahora casi en la vejez. Es una especie de divergencia entre uno y otro, que aprovecho para construir una duplicidad de personajes.

¿Eso es «El sermón del bufón»?

Es un acto insólito de nuestro teatro.

¡Caray!

Hay gente que ha hecho monólogos y escritores que han contado su vida en el teatro. Lo que no ha sucedido nunca es que un artista, que es director, actor y dramaturgo al mismo tiempo, pueda contar eso en el escenario. Yo puedo no solo contar mi obra, sino enseñarla. Puedo enseñar un fragmento esencial de una obra, contar el por qué, el cómo y ver que está ligado absolutamente a mi vida. Es insólito porque no es un acto de ficción, es la realidad absoluta.

También repasa las producciones de Els Joglars.

Las producciones de Els Joglars están hechas con unos actores que interpretan unos personajes. Yo solo me interpreto a mi mismo y en algunos momentos situaciones que he vivido con otros personajes.

¿Por ejemplo?

Interpreto la primera entrevista con Pujol, desdoblando entre Pujol y yo.

Jordi Pujol es un personaje muy de Boadella. ¿Estará disfrutando con las investigaciones a él y sus hijos, no?

Sobre todo después de ver que lo que dije ha resultado veraz. Por ejemplo, en una escena aparece Pujol con sus niños y los maletines que se abren y caen los millones al suelo. Cuando esto lo hice en el teatro, la gente pensó que me pasaba.

¿En Ubú President?

En el segundo, «Ubú President o Los últimos días de Pompeya».

Que enfadó mucho al «pujolismo» y cierta burguesía catalana.

Siempre que he podido, he enfadado a todo el mundo.

¿«El sermón del bufón» es un diván donde Boadella repasa su vida teatral?

Es un show donde en un momento me colocó en un púlpito y empiezo a decir cosas que a muchos les parecerá transgresoras, pero al mismo tiempo divertidas, sobre el arte moderno, mi propio gremio, políticos, etcétera. En otro, me interpreto a mi mismo en distintas actuaciones mías, y discuto conmigo mismo. Un show con la diferencia de lo veraz, porque todo lo que allí digo es auténtico. Algunas de las cosas sorprenderán, porque he conocido a todos los presidentes de Gobierno y he hablado muchas veces con el Rey.

¿Y con Bárbara Rey?

No. En temas femeninos he sido de una castidad ejemplar.

Ya sabe lo que decimos en Valencia sobre esos «pecats del …»

…(ríe) Recuerde que hice «Vicenteta de Favara».

Se fugó en 1977 cuando iban a juzgarle en un Consejo de Guerra por «La Torna»…

…Sí, hay un momento que represento la fuga y cuento todos los detalles, mi paso por la cornisa… Eso es un momento de mi vida, pero real. Por eso digo que es algo insólito, se trata de un aventurero implicado en el mundo social y político con bastantes rifirrafes y con una actitud polémica con la propia tribu donde nació.

¿Alguien le ha pedido asesoramiento para fugarse de la cárcel?

Mi fuga solo la podía hacer un actor, porque había una parte de representación personal muy importante.

¿Cansado del «procés» catalán?

Desde una mirada teatral es muy divertido. Ves el ridículo ajeno…, y a los comediantes se nos va la mano con esas cosas. Ahora me gustaría ser un comediante norteamericano, con un personaje tan fantástico como Trump. Pero desde el punto de vista cívico, me parece lamentable que hayamos acabado aquí peleándonos entre las familias y gente de la cultura. Eso es lo más grave que lleva a las peores consecuencias.

¿La realidad siempre supera a la ficción?

Sin duda. En los años ochenta jamás hubiera imaginado que esta sociedad llegará a estos limites.

Seguro que ahora en Valencia nadie le va perseguir para pegarle un tiro.

Barcelona está en un lado un poco cateto, provinciano. Valencia no es una ciudad provinciana. En Valencia me querían pegar un tiro. En aquel libro «Memorias de un facha» se dice claramente como me siguieron desde el Hotel Astoria y sabían mi recorrido. Ametrallaron los carteles exteriores del Valencia Cinema.

¿Igual algunos de aquellos que le incordiaban se han moderado y ahora votan al PP o Ciudadanos?

Ciudadanos no es un partido ultra, su cualidad más relevante es que no sabes exactamente bien donde está situado. Eso que tiene sus inconvenientes, también enormes ventajas.

¿Con quién se lleva mejor, con Albert Rivera o Inés Arrimadas?

Inés Arrimadas ha hecho unas cosas que no me han divertido demasiado.

Estrena en el Talia, el 21 de marzo, justo después de Fallas.

«El sermón del bufón» es para un público que le guste el teatro de distracción, pero que interesante desde el punto de vista humano y artístico.

¿Actua solo?

Estoy yo solo en el escenario.

Viene después de representar la obra en Madrid.

Primero voy a los Teatros del Canal de Madrid, que dirigí hasta hace seis meses, pero me marche para recuperar mi asilvestramiento, mi libertad, y con esta obra lo demuestro.

Un alto funcionario público de aquí, con muchos trienios en Cataluña y el País Vasco, sostiene que valenciano y nacionalista es un binomio imposible.

Absolutamente de acuerdo. Casi diría lo mismo de un andaluz. En España, los que no se quedan en una cosa puramente tribal están en Valencia y Andalucía. Seguramente porque Valencia estuvo en medio, entre Castilla y el Mediterráneo, y eso ha provocado una falta de fanatismo, de ser un poco descreído, y eso me gusta. Hace la vida más agradable.

¿Qué le interesa en el mundo de la cultura?

En los últimos años me he volcado mucho con la música. Era un músico frustrado. Se ve en las obras de Els Joglars, con la cantidad de música que siempre funcionaba. Pienso que el teatro sin música no es un arte. Para que exista arte debe haber música. Mi futuro ahora es hacer cosas musicales. He creado varias piezas, una, de las mejores cosas que he hecho en mi vida, Amadeu, sobre la vida de Amadeu Vives y sus zarzuelas. Luego el Pimiento Verde que era una obra que sucedía en un restaurante y era un homenaje a Verdi y Wagner, con cantantes de ópera. He realizado el guión de ópera sobre Picasso. Estoy muy comprometido en el mundo de la música. Es otra de las cosas que cuento y demuestro en la obra.

¿Qué quiere ser de mayor Albert Boadella?

Vivir con armonía, que no se desarmonice la vida. Que nadie me joda el ritmo.

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