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Crítica musical

Un "guarnieri" tricentenario

Obras de Martinu, Elgar, Dvorak

y Saint-Saens

sociedad filarmónica de valència.

Palau de la Música.

Intérpretes: Ivan Zenaty, violín

y Sandra Shaphiro, piano

Hay intérpretes que con cuatro compases justifican las credenciales del curriculum. Ese fue el caso del duo Zenaty-Saphiro, protagonistas de la última sesión de la SFV. Quien desconozca el violín, que no piense que lo de Ivan Zenaty (Republica Checa, 1962) es así de fácil. Son muchos años de estudio, de escucharse y de búsqueda paciente para conseguir adueñarse de algo tan delicadamente sublime como es el sonido del violín. El suyo es extraordinariamente hermoso. Ya, desde la salida a escena, impone por la seguridad que transmite y su concentración sin imposturas. La Sonata nº 3 H 303, de Boluslav Martinu es una partitura de endiablada caligrafía donde el autor no tiene miramientos con los cambios de compas y las modulaciones más inesperadas, siempre como aliciente para enaltecer su obra. Sandra Saphiro demostró ser una pianista apasionada, cuyo desbordante mecanismo le permite salvar los múltiples obstáculos de la obra y hacerse presente cuando lo requiere el desarrollo de la misma. La sutilidad del adagio fue uno de los varios momentos culminantes de la pieza. El dúo funciona porque han trabajando como si fueran uno, pero respetando las intervenciones individuales y la amalgama final.

Otro acierto: la Sonata en mi menor de Edward Elgar, obra en la que la técnica de Zenaty la hizo asequible con momentos solemnes y de finura poco habituales para que violín y piano desplegaran toda su policromía sonora. Elgar era un competente pianista pero también dominaba el violín, por lo cual sabía de sus posibilidades y de -no menos importante- sus limitaciones. La velada se completaría con la Balada en re menor op 15 de Dvorak, pieza en la que el autor condensa, en poco espacio, una profundidad expresiva poco común. La música se esfuma, imperceptible, con un final que ambos artistas convirtieron en etéreo. Y para disipar cualquier duda, la Sonata nº 1, en Do menor de Saint-Saens, aportó el lirismo contenido del autor que ofrece tanta oportunidad a violinista como al teclado. Zenaty ratificó con su decidido golpe de arco que es un gran violinista internacional y un artista que sabe extraer voces y ecos de su Guarnieri quasi tricentenario. El publico aclamó con aplausos y bravos y el dúo regalo dos piezas de Fauré y Dvorak. ¡Un lujo musical!

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