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Un «cabaret» arrevistado

«Cabaret. El musical de Broadway»

teatro olympia (valència)

De Joe Masteroff y Fred Ebb. Intérpretes: Cristina Castaño, Armando Pita, Alejandro Tous, Amparo Saizar, Enrique R. Del Portal. Iluminación: Juanjo Llorens. Vestuario: Antonio Belart. Dirección: Jaime Azpilicueta. Dirección musical: Raúl Patiño. Coreografías: Federico Barrios. Producción: SOM Producte.

Esta pieza musical nació en un teatro. En concreto se estrenó en el Broadhurst Theatre de Broadway, en 1966. El problema es que cuando un musical llega al cine (1972), y de manera tan admirable como hiciera Bob Fosse, la cosa cambia. Nadie puede dejar de rememorar el asombroso sentido coreográfico de Fosse, la magnitud de Liza Minnelli, o la imagen de Joel Grey, aquel imponente maestro de ceremonias.

De dicha situación surge un dilema si se quiere volver a plantear una nueva versión teatral: ¿hay que imitar al cine o intentar buscar nuevos caminos, una estética diferente? ¿Retornar a la versión original?

Esta disyuntiva ya la sufrió el montaje que vi hace años, primero en Madrid, y después en este mismo teatro. Allí se buscó un término medio, y el resultado fue muy destacable tanto en el aspecto escénico como en las interpretaciones: Natalia Millán y Asier Etxeandia (sin olvidar a Marta Ribera, la Sally Bowles que vimos en el Olympia).

En todo caso, creo que más que preocuparse de las copias, habría que hacerlo con jugar con la potencia del directo que aporta el teatro. Si bien Fosse supo fundir las dos historias amorosas y también quitar lo que en él había de opereta (las escenas de la segunda pareja, o la de la frutería), aquí vuelve a recuperar estas escenas. Y esto, la verdad, rebaja cierto interés, así como algunos problemas en la dramaturgia de la segunda parte, después de una parte mejor orquestada. Por otro lado, ya en el aspecto estético, al buscar originalidad, en ocasiones el montaje de Jaime Azpilicueta adquiere aires más de revista que de cabaret. Pasa con el bello vestuario, o incluso algunas coreografías. Se busca, claramente al espectador actual.

Y por ahí anda la interpretación de Cristina Castaño (Sally Bowles), tiene un registro más cercano a una actriz actual que el de una artista del género ínfimo. Más allá de esto, creo que destaca mucho más en el aspecto vocal que en la interpretación: correcta, seductora, pero falta ahondar en la humanidad, en la huella que provoca el mundo cabaretero (lo noté sobre todo en la canción principal: magnífica y gran voz, pero corta de organicidad... En fin, no es fácil soportar el fantasma de la Minelli. Al Emcee de Armando Pita a veces no le llegaba la respiración de la grandeza al personaje, pero consiguió ganarse al público.

Y no debiéramos echar de menos la escena de la silla (Maybe this time), porque todo ello le pertenece a Fosse. Lo que importa es que el musical que germinó como novela (Adios a Berlín, de Christopher Isherwood), ha llegado de nuevo con un trabajo que, a pesar de lo dicho, tiene empaque, es de buen ver, y demuestra claramente que España ya ha alcanzado la mayoría de edad a la hora de adentrarse en los musicales. Y Cabaret siempre será Cabaret.

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