La última aparición pública de Bernat Capó fue en diciembre, el día que se «reinauguraba» la biblioteca pública de Benissa que desde 1997 lleva su nombre. Los libros pasaron del antiguo palacio de los Torres Orduña a las remozadas Casas de la Puríssima. Al escritor, de natural vigoroso, se le veía delicado de salud. Pero no había perdido ni un gramo de personalidad y carácter.

En estos últimos meses, se han prodigado los homenajes a Bernat Capó. Su pueblo lo nombró en octubre hijo predilecto. El Consell Valencià de Cultura le había entregado en 2013 su Medalla de Plata. Además, en 1999, la editorial Bullent creó el premio de difusión de la cultura popular Bernat Capó. Ese galardón ha mantenido vivo el impulso caponiano de escarbar en las costumbres antiguas.

Al último acto de la universidad, de hace un par de semanas, que tuvo lugar en la Seu de la Marina (la antigua casa de Pere Bigot), el escritor ya no pudo asistir. El rector Manuel Palomar acudió a su casa a hacerle entrega del Laurel de Oro.

La universidad, a la que Bernat Capó, hijo de un represaliado por el franquismo, no pudo acudir, se reconciliaba con un escritor que se hizo a sí mismo,que se forjó en el oficio del periodista. La opresión de la dictadura marcó a Capó, que se declaraba «republicano y agnóstico» y que fue militante histórico del PSPV (fue dos mandatos concejal y luego cerraba las listas locales de este partido).

El escritor publicó su último libro hace nada, el pasado enero. Es el cuento El vellard i la garsa.